lunes, 8 de julio de 2013

Una rebanada de pan seco.



Una mañana la mamá dio por desayuno a Amparito una rebanada de pan seco, o sea, sin acompañamiento alguno. La niño lo tomó, y siguió mirando a su mamá como esperando que le diera otra cosa. La mamá entonces le dijo:

        -¿Qué quieres? ¿Por qué esperas así?

        Y Amparito, disgustada, pero humilde, respondió:

-¡Pan solo!

-Sí-contesto la mamá.- ¿Te parece poco? Estás sana, y una rebanada de buen pan puede bastarte. Piensa cuántas pobres criaturas se darían por felices con tener otro tanto. Comprende que podemos quedarnos pobres y sufrir hambre, y tendremos que darnos por felices si podemos acallarla con pan negro. Considérate feliz hoy que puedes comer pan bueno y en cantidad suficiente.

        Amparito pidió perdón a su mamá por habérsele escapado aquella frase. ¡Pan solo! Y comió su pan, que le pareció muy bueno.

        No lo olvides jamás, niña querida: la soberbia es siempre aborrecida. 










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