Una
mañana la mamá dio por desayuno a Amparito una rebanada de pan seco, o sea, sin
acompañamiento alguno. La niño lo tomó, y siguió mirando a su mamá como
esperando que le diera otra cosa. La mamá entonces le dijo:
-¿Qué quieres? ¿Por qué esperas así?
Y Amparito, disgustada, pero humilde,
respondió:
-¡Pan
solo!
-Sí-contesto
la mamá.- ¿Te parece poco? Estás sana, y una rebanada de buen pan puede
bastarte. Piensa cuántas pobres criaturas se darían por felices con tener otro
tanto. Comprende que podemos quedarnos pobres y sufrir hambre, y tendremos que
darnos por felices si podemos acallarla con pan negro. Considérate feliz hoy
que puedes comer pan bueno y en cantidad suficiente.
Amparito pidió perdón a su mamá por
habérsele escapado aquella frase. ¡Pan solo! Y comió su pan, que le pareció muy
bueno.
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