-¡Ay, mamá, que modista tan pesada!
Mañana es la fiesta, y no tendré mi vestido nuevo.
-La
modista no tiene la culpa, hija mía.
-¿Quién
la tiene entonces?
-Hace
dos días vi en la calle dos pobres niñas que estaban casi desnudas y temblando
de frío.- Responde la mamá.
-¡Pobrecitas
niñas!-dijo la niña.
-Yo
he pensado. Pepita tiene otros vestidos, y estas niñas están desnudas. Con lo
que tendría que gastar en hacer un vestido a Pepita, tengo para hacer dos a
estas pobres criaturas. ¿Qué hubieras hecho tú Pepita?
-Yo…abría
vestido a las dos pobrecitas.
Eso
es lo que yo pensé; y mañana, si quieres, tú misma les harás ese regalo.
-Sí,
mamá; y lo haré con tanto gusto, que de ese modo quedaré más contenta que
estrenando yo un vestido.
Una
obra de caridad vale más que un traje de seda.
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