lunes, 8 de julio de 2013

No os metáis alfileres en la boca.




        Casilda era una amiga de Amparito, pero tenía algunos años más que ella; se distinguía entre sus compañeras por su habilidad en vestir las muñecas. Ella misma hacía sus vestidos como  si fuese una modista consumada. Por eso Amparito y otras niñas se hacían ayudar por ella cuando querían vestir con cierta delicadeza a sus muñecas. Casilda se prestaba muy gustosa, porque era una niña muy amable. ¡Lástima que tuviese la malísima costumbre de colocarse entre los labios las agujas y los alfileres! Ahora veréis qué cosa tan horrible le sucedió a la pobre Casilda.

        Un día estaba trabajando con mucha atención para reformar el traje de una muñeca. Como de costumbre, tenía en la boca dos agujas y un alfiler. Tenía Casilda un Tío que iba siempre acompañada de un lindo perrito, muy juguetón y muy amigo de la niña. Aquel día, en el momento en que Casilda estaba más entretenida con su muñeca, entró el perro de improviso, y sin que ella tuviera tiempo de verle, le saltó al cuello. La niña se espantó, dio un grito, y… ¡ay! Las dos agujas y el alfiler se le introdujeron en la garganta.

        Acudieron la madre, el padre y el médico. Ensayaron cuantos recursos les aconsejaron el cariño y la ciencia, y todo en vano: Casilda murió ente los más atroces dolores. Llorando, acompañó Amparito el féretro al cementerio, y se acordó siempre de tan tiste ejemplo.  

        Huid de la costumbre que dañar puede. Pues quien ama el peligro, en él perece. Ved a Casilda entre acerbos dolores perder la vida. ¡Qué lástima!





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