miércoles, 24 de julio de 2013

Parte de la vida III-El grupo:La ambición.



        Amadeo regresa del colegio y besa, respetuosamente, la mano a su padre. D. Fadrique le sienta a su lado, le da un beso y entabla este diálogo con su hijo:

        D. Fadrique.- ¿Has cumplido tus deberes? ¿Está satisfecho el profesor?

        Amadeo.-Sí, papá: mi cartapacio continúa sin borrones, mis problemas estaban bien resueltos, y he sabido la lección de historia.

        D. Fadrique.-Bien, hombre, bien; ya sé que eres bueno. Persevera siendo aplicado y conserva el hábito de la limpieza; porque ésta no sólo es necesaria para conservar la salud, sino que, además, da un sello de distinción y ennoblece al espíritu, acostumbrándole a la dignidad.

        Amadeo.- A mí me gusta ir curioso; tanto que quisiera vestir siempre trajes nuevos.

        D. Fadrique.- ¡Miren el ambiciosillo! Pues deseo es ése que debes moderar, para que no te cause graves disgustos. Limítate a no ir roto ni sucio y a tener una ropa guardadito para las solemnidades. El traje de lujo siempre puesto sobre el cuerpo, denuncia al que vive en el ocio, en las diversiones continuas y no es útil a sus semejantes; el trajecito ordinario honra al que lo lleva, porque es propio de quien trabaja. No seas ambicioso, no lo seas.

        Amadeo.- Pues, oye, papá; yo creo que la ambición no es pecado.

        D. Fadrique.- Me asustas, hijo. ¿Cómo dices eso tú, tan reflexivo, tan prudente?

        Amadeo.- Perdóname; pero, precisamente hoy nos ha explicado Historia el profesor, y de la ambición nos ha hablado. Julio César, sin ambición, no hubiera sido el grande hombre que fue, el emperador ilustre de los romanos.

        D. Fadrique.- Es muy posible; pero el maestro no lo habrá dicho así, o tú no le habrás entendido. Veamos, repite lo que recuerdes.

        Amadeo.- Nos ha dicho don Gonzalo que César vino muy joven a la Península, para dominar las revueltas de los naturales, quienes no se avenían con el yugo de Roma, y que, al pasar por un mísero lugarejo, exclamó:

        <<Más quisiera ser primero entre esos rústicos, que segundo en la República>>. Este sentimiento ambicioso retrataba su carácter, y le sostuvo en todas sus luchas con sus enemigos y rivales, hasta darle la supremacía en el Senado.

        D. Fadrique.- Así es; pero no habrá dejado de añadir el maestro ciertas consideraciones. La historia no es una novela, y nada dicen los hechos por sí, cuando no sabemos sacar de ellos útiles enseñanzas.

        Amadeo.- Claro, papá; el profesor nos ha dicho muy bonitas cosas hablando de la ambición de Julio César; pero yo lo recuerdo confusamente.

        D. Fadrique.- Porque no has prestado la debida atención. Habrá contado ese rasgo, para distinguir claramente que la ambición noble es plausible cuando nos lleva a grandes empresas, por espíritu de elevarnos, de mejorar nuestro estado en bien propio y de los demás. Pero si el ambicioso se reduce a la comodidad y al regalo de su persona, si no dirige este sentimiento más que a  la satisfacción de su orgullo, entonces la ambición es reprobable, puesto que no hay en ella cosa de virtud.

        Amadeo.- Algo así nos ha dicho D. Gonzalo. Y ahora recuerdo que, si bien César tuvo ambición, ésta era legítima; pues demostró ser gran capitán, hábil político y buen ciudadano, dando gloria y prosperidad a su patria.

        D. Fadrique.- También te diría el maestro que en el mismo César se presenta el caso innoble de los ambiciosos, y fue cuando, queriendo atraerse el aplauso de los romanos, impuso a los españoles onerosas contribuciones, con el afán de lucrarse y presentarse a su pueblo no sólo con los honores de la victoria, sino con el peso de las riquezas.

        Amadeo.- Sí, papá, sí; lo recuerdo perfectamente.

        D. Fadrique.- Ya ves, por tanto, hijo mío, con cuanta facilidad nuestra ambición puede mancillar la reputación del hombre. Ambiciona todo lo que eleva, ennoblece y dignifica; pero desecha los deseos inmoderados que deprimen el honor, sin el cual el ser privilegiado de la creación ha de humillar la cerviz ante sus semejantes.

        La ambición es noble siempre que nos sirve de estímulo para engrandecernos, tanto ante nosotros mismos como a los ojos de los demás.

        Para no tener ambiciones indignas, consulta todos tus deseos con la conciencia: ella te dirá las ocasiones en que podría sufrir tu honra.

        ¿Qué hizo Amadeo después de regresar del colegio?

        ¿Qué le pregunto su papá?

        ¿Qué deseos demostró el niño?

        ¿Qué le dijo su padre respecto al traje?

        ¿Sobre qué otro asunto conversaron luego?

        ¿Qué explicó Amadeo, de Julio César? ¿Qué le contesto D. Fadrique?

        ¿Cuándo la ambición es noble? ¿Cuándo no lo es?

        ¿Cuándo fue noble la de César? ¿Cuándo no lo fue?

        ¿Qué significa la palabra monólogo?

        ¿Preservar?

        ¿Moderar?

        ¿Moderado?

        ¿Lo contrario de moderado?

        ¿Reflexivo…prudente? ¿Lo contrario de reflexivo y prudente?

        ¿Lugarejo?

        ¿Rústico?

        ¿Lo contrario de rústico?

        ¿Oneroso?

        ¿Lucrar?

        ¿Deprimir?

        ¿La cerviz?

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