Amadeo
regresa del colegio y besa, respetuosamente, la mano a su padre. D. Fadrique le
sienta a su lado, le da un beso y entabla este diálogo con su hijo:
D.
Fadrique.- ¿Has cumplido tus deberes? ¿Está satisfecho el profesor?
Amadeo.-Sí,
papá: mi cartapacio continúa sin borrones, mis problemas estaban bien
resueltos, y he sabido la lección de historia.
D.
Fadrique.-Bien, hombre, bien; ya sé que eres bueno. Persevera siendo aplicado y
conserva el hábito de la limpieza; porque ésta no sólo es necesaria para
conservar la salud, sino que, además, da un sello de distinción y ennoblece al
espíritu, acostumbrándole a la dignidad.
Amadeo.-
A mí me gusta ir curioso; tanto que quisiera vestir siempre trajes nuevos.
D.
Fadrique.- ¡Miren el ambiciosillo! Pues deseo es ése que debes moderar, para
que no te cause graves disgustos. Limítate a no ir roto ni sucio y a tener una
ropa guardadito para las solemnidades. El traje de lujo siempre puesto sobre el
cuerpo, denuncia al que vive en el ocio, en las diversiones continuas y no es
útil a sus semejantes; el trajecito ordinario honra al que lo lleva, porque es
propio de quien trabaja. No seas ambicioso, no lo seas.
Amadeo.-
Pues, oye, papá; yo creo que la ambición no es pecado.
D.
Fadrique.- Me asustas, hijo. ¿Cómo dices eso tú, tan reflexivo, tan prudente?
Amadeo.-
Perdóname; pero, precisamente hoy nos ha explicado Historia el profesor, y de
la ambición nos ha hablado. Julio César, sin ambición, no hubiera sido el
grande hombre que fue, el emperador ilustre de los romanos.
D.
Fadrique.- Es muy posible; pero el maestro no lo habrá dicho así, o tú no le
habrás entendido. Veamos, repite lo que recuerdes.
Amadeo.-
Nos ha dicho don Gonzalo que César vino muy joven a la Península, para dominar
las revueltas de los naturales, quienes no se avenían con el yugo de Roma, y
que, al pasar por un mísero lugarejo, exclamó:
<<Más
quisiera ser primero entre esos rústicos, que segundo en la República>>.
Este sentimiento ambicioso retrataba su carácter, y le sostuvo en todas sus
luchas con sus enemigos y rivales, hasta darle la supremacía en el Senado.
D.
Fadrique.- Así es; pero no habrá dejado de añadir el maestro ciertas
consideraciones. La historia no es una novela, y nada dicen los hechos por sí,
cuando no sabemos sacar de ellos útiles enseñanzas.
Amadeo.-
Claro, papá; el profesor nos ha dicho muy bonitas cosas hablando de la ambición
de Julio César; pero yo lo recuerdo confusamente.
D.
Fadrique.- Porque no has prestado la debida atención. Habrá contado ese rasgo,
para distinguir claramente que la ambición noble es plausible cuando nos lleva
a grandes empresas, por espíritu de elevarnos, de mejorar nuestro estado en
bien propio y de los demás. Pero si el ambicioso se reduce a la comodidad y al
regalo de su persona, si no dirige este sentimiento más que a la satisfacción de su orgullo, entonces la
ambición es reprobable, puesto que no hay en ella cosa de virtud.
Amadeo.-
Algo así nos ha dicho D. Gonzalo. Y ahora recuerdo que, si bien César tuvo
ambición, ésta era legítima; pues demostró ser gran capitán, hábil político y
buen ciudadano, dando gloria y prosperidad a su patria.
D.
Fadrique.- También te diría el maestro que en el mismo César se presenta el
caso innoble de los ambiciosos, y fue cuando, queriendo atraerse el aplauso de
los romanos, impuso a los españoles onerosas contribuciones, con el afán de
lucrarse y presentarse a su pueblo no sólo con los honores de la victoria, sino
con el peso de las riquezas.
Amadeo.-
Sí, papá, sí; lo recuerdo perfectamente.
D.
Fadrique.- Ya ves, por tanto, hijo mío, con cuanta facilidad nuestra ambición
puede mancillar la reputación del hombre. Ambiciona todo lo que eleva,
ennoblece y dignifica; pero desecha los deseos inmoderados que deprimen el
honor, sin el cual el ser privilegiado de la creación ha de humillar la cerviz
ante sus semejantes.
La
ambición es noble siempre que nos sirve de estímulo para engrandecernos, tanto
ante nosotros mismos como a los ojos de los demás.
Para
no tener ambiciones indignas, consulta todos tus deseos con la conciencia: ella
te dirá las ocasiones en que podría sufrir tu honra.
¿Qué
hizo Amadeo después de regresar del colegio?
¿Qué
le pregunto su papá?
¿Qué
deseos demostró el niño?
¿Qué
le dijo su padre respecto al traje?
¿Sobre
qué otro asunto conversaron luego?
¿Qué
explicó Amadeo, de Julio César? ¿Qué le contesto D. Fadrique?
¿Cuándo
la ambición es noble? ¿Cuándo no lo es?
¿Cuándo
fue noble la de César? ¿Cuándo no lo fue?
¿Qué
significa la palabra monólogo?
¿Preservar?
¿Moderar?
¿Moderado?
¿Lo
contrario de moderado?
¿Reflexivo…prudente?
¿Lo contrario de reflexivo y prudente?
¿Lugarejo?
¿Rústico?
¿Lo
contrario de rústico?
¿Oneroso?
¿Lucrar?
¿Deprimir?
¿La
cerviz?
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