Los
domingos en su pueblo y los días de fiesta la mamá viste primorosamente a Amparito
y la pone bella como una rosa. La más tierna y bella del rosal. Después,
silenciosas y graves, las dos se encaminan a la iglesia. Amparito sabe que la
iglesia es la casa del Señor y que se va a ella para rezar y adorarle. Apenas
entra en el templo y su mamá le da el agua bendita, hace respetuosamente su
reverencia, y sin molestar a nadie va a su sitio. Allí está con sumo
recogimiento y muchísima devoción.
Una
vez allí, procura no quitar los ojos del altar, porque sabe que de otro modo
cometería un pecado; no se mueve ni se entretiene en jugar con el abanico, con
los dedos o de cualquier otro modo. Piensa que está en presencia de Dios, que
creó el Cielo y la Tierra, que le dio papá y mamá, que provee a nuestras necesidades, que ha puesto en este
mundo los medios necesarios para que seamos buenos, que ama a las niñas
aplicadas y dóciles, que lo ve todo y lo sabe todo, hasta nuestros pensamientos.
Cuando sale de la iglesia, Amparito no
corre ni salta por la calle. Si ve un pobrecito, le da limosna, con permiso de
su mamá. Ha aprendido en la iglesia que Dos es el Padre de todos; que todos los
hombres son hermanos e iguales, y que quien hace bien a un pobrecito agrada al
Señor. También Cristo fue pobre. Por eso el buen cristiano debe amar y socorrer
a los pobres, que son sus hermanos en Cristo.
Amparito
socorre a los pobres.
Siempre
decía la mamá: Cuando veas un pobre, piensa en Cristo cargado con la cruz que
te demanda piedad. Tus buenos sentimientos, tus oraciones y tus virtudes de
poco sirven si no tienes piedad de los
desgraciados.
Amparito
es buena y compasiva con los pobres. Dentro de sus escasos medios, hace todo lo
que puede por socorrerlos. Sabe encontrar palabras de consuelo para los
afligidos, y considera a todos, pobres o ricos, igualmente dignos de compasión
si son desgraciados.
Sabe
además que la caridad no es verdadera si no se hace con oportunidad; así,
cuando ve a un pobrecito y tiene medios de socorrerle, lo hace en el mismo
momento; si puede prestar algún servicio a alguna infeliz viejecita o al alguna
niña necesitada, lo hace gustosa y con mayor premura.
La
niña que emplea su riqueza emocional y material en remediar la pobreza, es la
que posee mayor belleza. Porque los desafortunados no son únicos culpables de
sus actos conductuales y vicios. La riqueza de una niña, se encuentra en dar
oportunidad al caído y ayuda a levantarse. Pero sabe también, que existen
desafortunados que la vida pueden desgraciarte si la ignorancia de estos, la
confunden con sumisión.
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