lunes, 8 de julio de 2013

Amparito en la iglesia.


 

Los domingos en su pueblo y los días de fiesta la mamá viste primorosamente a Amparito y la pone bella como una rosa. La más tierna y bella del rosal. Después, silenciosas y graves, las dos se encaminan a la iglesia. Amparito sabe que la iglesia es la casa del Señor y que se va a ella para rezar y adorarle. Apenas entra en el templo y su mamá le da el agua bendita, hace respetuosamente su reverencia, y sin molestar a nadie va a su sitio. Allí está con sumo recogimiento y muchísima devoción.

Una vez allí, procura no quitar los ojos del altar, porque sabe que de otro modo cometería un pecado; no se mueve ni se entretiene en jugar con el abanico, con los dedos o de cualquier otro modo. Piensa que está en presencia de Dios, que creó el Cielo y la Tierra, que le dio papá y mamá, que provee a  nuestras necesidades, que ha puesto en este mundo los medios necesarios para que seamos buenos, que ama a las niñas aplicadas y dóciles, que lo ve todo y lo sabe todo, hasta nuestros pensamientos.

        Cuando sale de la iglesia, Amparito no corre ni salta por la calle. Si ve un pobrecito, le da limosna, con permiso de su mamá. Ha aprendido en la iglesia que Dos es el Padre de todos; que todos los hombres son hermanos e iguales, y que quien hace bien a un pobrecito agrada al Señor. También Cristo fue pobre. Por eso el buen cristiano debe amar y socorrer a los pobres, que son sus hermanos en Cristo.

Amparito socorre a los pobres.

Siempre decía la mamá: Cuando veas un pobre, piensa en Cristo cargado con la cruz que te demanda piedad. Tus buenos sentimientos, tus oraciones y tus virtudes de poco sirven si no  tienes piedad de los desgraciados.

Amparito es buena y compasiva con los pobres. Dentro de sus escasos medios, hace todo lo que puede por socorrerlos. Sabe encontrar palabras de consuelo para los afligidos, y considera a todos, pobres o ricos, igualmente dignos de compasión si son desgraciados.

Sabe además que la caridad no es verdadera si no se hace con oportunidad; así, cuando ve a un pobrecito y tiene medios de socorrerle, lo hace en el mismo momento; si puede prestar algún servicio a alguna infeliz viejecita o al alguna niña necesitada, lo hace gustosa y con mayor premura.

La niña que emplea su riqueza emocional y material en remediar la pobreza, es la que posee mayor belleza. Porque los desafortunados no son únicos culpables de sus actos conductuales y vicios. La riqueza de una niña, se encuentra en dar oportunidad al caído y ayuda a levantarse. Pero sabe también, que existen desafortunados que la vida pueden desgraciarte si la ignorancia de estos, la confunden con sumisión.

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