La
madre de un muchacho campesino ganaba de comer hilando lino. Y el muchacho
grandísimo galopo, le hurtaba una porción de cada copo. Juntando las porciones,
fue tejiendo un látigo tremendo, con la benigna idea de pegar a los chicos de
la aldea.
Los ocios
del amigo no eran buenos; la intención, por lo visto, mucho menos. Dióse a
pelar la rueca tanta prisa, que hubo la madre de notar la sisa; y registrando
con afán prolijo el arca donde el hijo guardaba, con su ropa, sus peones, el
látigo encontró de repelones.
Cogióle
furibunda y al hijo dio con él tan recia tunda, que a contar de las piernas al
cogote, no le dejo libre de azote, diciendo, al batanarle de alto abajo:
-¡Mira
cómo te luce tu trabajo! A robar te llevó tu mal deseo, y con el robo yo te
vapuleo.
Siempre verás que el vicio se labra por
sus manos el suplicio.
Juan
Eugenio Hartzenbusch.
¿Quién
trabajaba para su daño?
¿Cómo se
ganaba el sustento esa mujer?
¿Qué
hacía su hijo? ¿Para qué?
¿Qué os
parece la conducta de este niño?
¿Noto la
madre lo que hacía su hijo? ¿Qué hizo entonces la mujer?
¿Qué
decía a su hijo mientras le zurraba? ¿Obro bien esta madre?
¿Qué nos
enseña esta fábula?
¿Campesino?
¿Lo
contrario de campesino?
¿Galopo?
¿Una
rueca?
¿Sisar…sisa?
¿Furia?
¿Batán…batanar?
¿Vapuleo…vapulear?
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