jueves, 25 de julio de 2013

Parte de la vida III-El grupo: Trabajar para su daño.


 

        La madre de un muchacho campesino ganaba de comer hilando lino. Y el muchacho grandísimo galopo, le hurtaba una porción de cada copo. Juntando las porciones, fue tejiendo un látigo tremendo, con la benigna idea de pegar a los chicos de la aldea.

Los ocios del amigo no eran buenos; la intención, por lo visto, mucho menos. Dióse a pelar la rueca tanta prisa, que hubo la madre de notar la sisa; y registrando con afán prolijo el arca donde el hijo guardaba, con su ropa, sus peones, el látigo encontró de repelones.

Cogióle furibunda y al hijo dio con él tan recia tunda, que a contar de las piernas al cogote, no le dejo libre de azote, diciendo, al batanarle de alto abajo:

-¡Mira cómo te luce tu trabajo! A robar te llevó tu mal deseo, y con el robo yo te vapuleo.

        Siempre verás que el vicio se labra por sus manos el suplicio.

Juan Eugenio Hartzenbusch.

¿Quién trabajaba para su daño?

¿Cómo se ganaba el sustento esa mujer?

¿Qué hacía su hijo? ¿Para qué?

¿Qué os parece la conducta de este niño?

¿Noto la madre lo que hacía su hijo? ¿Qué hizo entonces la mujer?

¿Qué decía a su hijo mientras le zurraba? ¿Obro bien esta madre?

¿Qué nos enseña esta fábula?

¿Campesino?

¿Lo contrario de campesino?

¿Galopo?

¿Una rueca?

¿Sisar…sisa?

¿Furia?

¿Batán…batanar?

¿Vapuleo…vapulear?

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