Divertirse un poco está bien, pues los
niños deben alternar el recreo con el trabajo. Diréis vos y otras ¿Y en qué
puede trabajar una niña? Aunque sean pocas las cosas que pueda hacer una niña,
no cumplirá su deber si no procura hacer bien esas pocas cosas.
Amparito aprendió muy pronto a leer,
porque estaba siempre muy atenta a la lección. Todo tipo de lectura que cayera
en sus manos las leía. Leía despacio, claro y con sentimiento, sin emplear ese
tonillo de algunas niñas que, en vez de leer, parece que cantan, que hacen y
fingen ser bebés para llamar la atención. ¡Qué gusto da oír a las niñas que
leen y escriben bien! Todos las aplauden,
las quieren y valoran.
Amparito aprendió también a escribir:
ponía mucho cuidado en no echar borrones en el papel, no se manchaba de tinta
los dedos ni el vestido, no hacía dibujos en los libros y los cuidaba mucho
para que no se estropeasen, y de ese modo siempre los tenía casi nuevos.
Escuchaba con la mayor atención lo que decía la Señora Maestra, y lo retenía
después en la memoria, porque pensaba mucho en ello. Miraba a su Maestra como a
una segunda mamá, la obedecía prontamente, y cuidaba de no disgustarla.
Es niña buena y bonita. La que sea como Amparito.
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