martes, 9 de julio de 2013

Quien socorre a tiempo, bien socorre.



        Un día salió Amparito de paseo con sus papás, quienes, como tenían por  costumbre, le dieron una moneda para que la repartiera entre los pobres que encontrase.

        -¿Y cómo la reparto?- pregunto la niña.-¡Si yo supiera cuáles son los más necesitados!-

        -Yo te daré una regla,  mía-le dijo su padre, -para que la limosna resulte bien distribuida no contribuya a fomentar la vagancia, madre de muchos vicios.

<<Atiende: cuando haya más que uno que te pida, sale siempre, aunque sea poco, para no exponerte a dejar de socorrer al verdaderamente necesitado. No repares en que pueda engañarte con una necesidad fingida: el que hace la caridad nunca es engañado, y siempre hace una buena obra.

        Cuando haya varios, socorre primero al anciano, lisiados e impedidos, y con preferencia a todos, a los enfermos>>.

        <<Si conoces que alguno, aunque sea joven, sano y robusto, se encuentra en extrema necesidad, dale antes y más que a los otros, porque es justo socorrerle.

        <<Guárdate de mostrar presunción al socorrer al pobre, porque la limosna así dada ofende>>.

        -Gracias, papá-dijo Amparito.-¡Verás qué bien lo hago hoy!

        -Ya veremos-le contestó su papá dándole un beso.

        Poco después encontraron a un obrero que, sostenido por dos compañeros, era conducido a la casa de socorro. Se había herido en un pie, y el pobrecito se quejaba amargamente.

        Amparito, que era muy compasiva, dijo entonces a su papá:

¿Quieres que dé esta moneda a un cochero para que lleva a ese pobrecito a la casa de socorro? Así no sufrirá tanto?

        -¡Bendita seas, hija mía!-respondió su papá; llamando al cochero más próximo, le ordenó que cumpliera el caritativo deseo de Amparito, dándole él una moneda.

        -¡Qué niña tan buena!-exclamaron todos los que presenciaron las escena.-¡Bendita seas!

        -¡Pobrecito!-dijo Amparito, sin reparar en las alabanzas de que era objeto.- ¡Ahora no podrá trabajar, y en muchos días no tendrá que comer!- -Y le dio su moneda.

        Sus padres, llorando de alegría, la colmaron de besos, y se tuvieron por los más dichosos del mundo.

-¡Una gota, o nubecilla!- Grito sedienta una flor.

-¡No puedo, que voy de prisa!- Dijo la nube, y pasó.

Por el calor abrasada murió la pobre infeliz…al mendigo que te ruega, no le respondas así. Porque debemos dar oportunidad a quien nos la pida. Aunque luego, nos decepcionen. Pero lo importante es darla en el momento en que la pidan de corazón y no por capricho o, obligación.

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