Un día salió Amparito de paseo con sus
papás, quienes, como tenían por
costumbre, le dieron una moneda para que la repartiera entre los pobres
que encontrase.
-¿Y cómo la reparto?- pregunto la
niña.-¡Si yo supiera cuáles son los más necesitados!-
-Yo te daré una regla, mía-le dijo su padre, -para que la limosna
resulte bien distribuida no contribuya a fomentar la vagancia, madre de muchos
vicios.
<<Atiende:
cuando haya más que uno que te pida, sale siempre, aunque sea poco, para no
exponerte a dejar de socorrer al verdaderamente necesitado. No repares en que
pueda engañarte con una necesidad fingida: el que hace la caridad nunca es
engañado, y siempre hace una buena obra.
Cuando haya varios, socorre primero al
anciano, lisiados e impedidos, y con preferencia a todos, a los
enfermos>>.
<<Si conoces que alguno, aunque
sea joven, sano y robusto, se encuentra en extrema necesidad, dale antes y más
que a los otros, porque es justo socorrerle.
<<Guárdate de mostrar presunción al
socorrer al pobre, porque la limosna así dada ofende>>.
-Gracias, papá-dijo Amparito.-¡Verás qué
bien lo hago hoy!
-Ya veremos-le contestó su papá dándole
un beso.
Poco después encontraron a un obrero
que, sostenido por dos compañeros, era conducido a la casa de socorro. Se había
herido en un pie, y el pobrecito se quejaba amargamente.
Amparito, que era muy compasiva, dijo
entonces a su papá:
¿Quieres
que dé esta moneda a un cochero para que lleva a ese pobrecito a la casa de
socorro? Así no sufrirá tanto?
-¡Bendita seas, hija mía!-respondió su
papá; llamando al cochero más próximo, le ordenó que cumpliera el caritativo
deseo de Amparito, dándole él una moneda.
-¡Qué niña tan buena!-exclamaron todos los
que presenciaron las escena.-¡Bendita seas!
-¡Pobrecito!-dijo Amparito, sin reparar
en las alabanzas de que era objeto.- ¡Ahora no podrá trabajar, y en muchos días
no tendrá que comer!- -Y le dio su moneda.
Sus padres, llorando de alegría, la
colmaron de besos, y se tuvieron por los más dichosos del mundo.
-¡Una
gota, o nubecilla!- Grito sedienta una flor.
-¡No
puedo, que voy de prisa!- Dijo la nube, y pasó.
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