Tres
días hacía ya que Doroteo no iba a la escuela.
Por
fin, el jueves por la mañana asistió, puntualmente, a la lección y, saludando a
su profesor, le hablo de esta manera:
-Mis
papás suplican a usted, el favor de perdonar mi falta de estos días. Papá se
hallaba ausente, y mi tío Ramón ha estado gravemente enfermo.
¿Y
qué ha tenido D. Ramón?-le preguntó el maestro.
El
médico dice que padece del corazón porque fuma demasiado- se apresuró a
responder Doroteo.
Lo
siento mucho, hijo mío. ¡Caramba! Eso es muy grave: no se puede jugar con el
corazón.
-¿El
tabaco puede causar tanto daño?- preguntó, muy sorprendido, uno de los niños
mayores.
-¡Ya
lo creo que sí! Magnífico asunto nos ofrece, desgraciadamente, la enfermedad
del pobre tío Doroteo, para la clase le lecciones de cosas. El sábado próximo
hablaremos del tabaco.
Llegó
el día prometido, y el celoso Profesor dijo a sus discípulos:
-Todos
los vicios son detestables, y el de fumar lo es en grado máximo, porque, además
de ser sucio y caro, puede poner nuestra vida en gran peligro, como sucede
ahora con el tío de vuestro compañero.
El
tabaco ejerce una acción manifiesta sobre el
corazón. En cuanto el fumador pasa de una dosis determinada, este órgano
late con más fuerza y más de prisa que de costumbre y, a menudo, las
palpitaciones se prolongan durante días y más días. Algunas veces, son
incurables.
En
otras ocasiones, el fumador siente en la región cardíaca, un escozor parecido a
picazón o quemadura. Estos dolores se comunican al pecho y al brazo izquierdo,
y puede sobrevenir la terrible enfermedad llamada angina de pecho, por la que
el enfermo siente, con espanto, como si el corazón parase sus latidos, en cuyo
caso la muerte fuera inevitable. ¿Por qué exponerse a una dolencia mortal?
¿Habrá, pues, cosa más tonta y más ridícula que el fumar?
Y
que no nos hablen, amigos míos, de las delicias del tabaco. El fumador
experimenta un placer como experimenta el que se acostumbra a ejecutar un gesto
o un acto cualquiera a intervalos regulares. ¡Cuánto no sufre empero, antes de
habituarse a tan feo vicio!
Si
habéis visto a algún desgraciado muchacho con el cigarro en la boca, ¿No os han
causado asco y risa a la vez, sus extrañas y ridículas muecas? Después habréis
observado como ha sido presa de mareo extraño, seguido, quizás, de un sopor
parecido al que experimenta el infeliz alcoholizado.
¿Puede,
por tanto, desearse mejor prueba de la repugnancia con que nuestra naturaleza
admite el tabaco? Las hojas de esta planta ejercen, también, influencia dañina
sobre la boca y la nariz. Las mucosas de estos órganos se alteran, y se
debilitan los sentidos del gusto y del olfato; la lengua se pone saburrosa, y
casi siempre disminuye el apetito. Naturalmente, pues, que el uso del tabaco
impide que el joven se desarrolle como debiera, por las trabas que pone a su
nutrición.
Todavía
hay más: la garganta suele irritarse, y la inflamación crónica puede repercutir
en el oído, produciendo la sordera.
He
aquí lo que ocasiona el abuso y hasta el simple uso del tabaco. Hay que
esforzarnos, por consiguiente, en desterrar esta mala costumbre. Con
sobradísima razón, en algunas naciones, se han dictado leyes encaminadas a este
fin, por cuanto prohíben, en absoluto, a los niños, el uso del venenoso tabaco.
No
os acostumbréis a él; no irritéis vuestro corazón, pulmones, ni manchéis
vuestra boca con esas hojas tan sucias.
Pero
la costumbre de fumar debe de ser muy antigua-objetó uno de los niños.
No
lo creas-respondió el profesor. En Europa, no se tuvo noticia del tabaco hasta
fines del siglo XVI; luego hace sólo unos 400 años que el mundo civilizado
posee esta costumbre, tan ridícula e inútil como cara y venenosa.
No
fuméis jamás. El recuerdo de la muerte debe apartarnos del tabaco.
No
transijáis con el vicio. Ser indulgente con él es conspirar contra la virtud.
El
mismo hombre se encarga de suministrar a su cuerpo la dosis de veneno en
cantidad que él decide diariamente.
¿Por
qué Doroteo faltó a la escuela?
¿Qué
causa produjo la enfermedad de su tío?
¿Son
graves las enfermedades del corazón?
¿En
qué consiste la angina de pecho?
¿La
naturaleza se habitúa, enseguida, al uso del tabaco? ¿Cómo se prueba que no?
¿Por
qué goza el fumador?
¿Qué
daños puede causar el tabaco a la boca y a la nariz? Consecuencia de estos
daños.
¿Daña
a la garganta?
¿Qué
puede sufrir, entonces el fumador?
¿Debemos,
pues, esforzarnos en condenar el vicio de fumar? ¿Por qué?
¿Es
muy antiguo en Europa, este vicio?
¿Qué
es el corazón?
¿Qué
son los pulmones?
¿Detestable?
¿En
grado máximo?
¿Lo
contrario de máximo?
¿Dosis?
¿Cardias?
¿Región
cardíaca?
¿Intervalo?
¿Una
mueca?
¿Ser
presa de un mareo o una dolencia?
¿Una
mucosa?
¿Lengua
saburrosa?
¿La
nutrición?
¿Enfermedad
crónica?
¿Transigir?
¿Conspirar?
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