lunes, 15 de julio de 2013

CUENTO SEXTO: La pobre deshollinadora.



        Era una mañana de invierno; había nevado, y hacía mucho frío. Angelita, hija de un señor muy rico, iba a la escuela bien cubierta de lana y de pieles, de modo que apenas sentía el frío.

Al volver la esquina se fijo en una pobre deshollinadora de chimeneas, una muchacha de veintinueve años, muy morena, enfermiza y casi desabrigada. Temblaba de frío, y con voz débil se anunciaba para ver si necesitaban sus servicios en alguna casa.

Viendo pasar a aquella niña tan bien vestida, se le acercó diciendo:

-¡Un poco de caridad, señorita! Ella le respondió con desprecio:

-¡Quítate de ahí y déjame en paz, feúcha!

Le volvió la espalda, y se metió en la escuela.

Cuando regresó a su casa oyó desde la calle gritos espantosos:

¡Fuego!, ¡fuegos!; ¡socorro! El fuego era en su misma casa.

Toda la familia estaba llena de angustia y corría de acá para allá, temiendo a cada paso ser presa de las llamas.

Por fortuna, acudió una deshollinadora, y, sin reparar en el peligro, subió por el cañón de la chimenea, que era donde se había declarado el fuego, y en pocos momentos consiguió apagarlo.

Más al cabo de un momento se oyó el ruido sordo de un cuerpo que caía. Era la deshollinadora, que, sofocada por el humo, perdió el sentido, y cayó la pobrecita como muerta.

Le recogieron, le acostaron en una cama y le prodigaron toda clase de cuidados hasta que volvió en sí. Apenas abrió los ojos, exclamo:

-¡Oh madre, pobre hijos míos! Si yo hubiera muerto, ¿Quién os daría el pan?

La señora le pregunto:

¿No tienes esposo?

-No, señora; mi esposo intrigo toda mi vida, y mí hijos están empezando a criarse.

Al decir estas palabras la deshollinadora, se oyó llorar en el cuarto inmediato. Acudió la mamá, y vio que era Angelita, que, habiendo reconocido en aquella muchacha al mismo que insultó por la mañana, estaba arrepentida de su mala acción.

Contó lo ocurrido, y la mamá le advirtió que no se debe despreciar a nadie, mucho menos a los desvalidos, y le hizo ver que la deshollinadora había salvado la casa de un fuego con peligro de su vida, y que bajo su negro y desgarrado traje se ocultaba un corazón de oro.

Aquellos señores hicieron varios regalos a la muchacha para ella y sus hijos; Angelita le hizo otro muy bonito, y le dio un beso en señal de arrepentimiento.

No desprecies a nadie, hermosa niña, que la fortuna es loca y tornadiza, y en un momento fuere rico y hermoso ser pobre y feo. 


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