Ernesto
había ido de veraneo a la <<Casita blanca>>, pintoresca quinta
edificada entre el monte y el mar, en un rincón hermoso de la naturaleza,
apacible y dulce. Ernesto fue allí por consejo del médico, a fin de reponerse
de una grave dolencia que había puesto su vida en inminente peligro.
La
solicitud de su madre y el aire puro saturado de gratos olores que llevaba la
brisa hasta los albares, confundiéndolos con los sanos oreos de los pinos,
fortaleciéronle prontamente, vigorizáronle.
Jamás se
sintió tan bien, tan alegre y campechano. Henchíanse sus pulmones, confortábase
su espíritu.
Habíais
de verle trepando por las laderas recargadas de verdes palmitos o solazándose
en la arena de la playa, que recortaban caprichosamente las mansísimas olas.
Estaba encantado de aquel espectáculo, siempre nuevo, siempre sorprendente,
siempre maravilloso. ¡Y qué dulce le parecía vivir!
-Mamá-decía
una tarde, recostada la cabeza en su regazo, sesteando los dos a la sombra de los
corpulentos árboles que mantenían la <<Casita blanca>> en perenne
frescura.-Mamá, quiero crecer, hacerme hombre, tener fuerzas para el trabajo y
comprarte esta finca donde pasaremos muchas temporadas del año.
-Sí, hijo
mío-contestó la madre sonriendo.-Pero para ello es necesario que no malgastes
tu salud, pues ya sabes lo que cuesta recobrarla.
En esto,
oyeron grande alboroto de gritos y de
risas detrás del recodo que formaba el camino. No podían ver la gente ni
adivinar la causa, más pronto salieron de dudas.
A su
vista apareció un hombre ajado, vestido con tan variadas y astrosas prendas,
que le daban aspecto de arlequín; tenía la cara roja y repúgnate, los ojos
extraviados, la expresión de idiota.
Seguíale
una bandada de chiquillos de la aldea vecina, gritando, gesticulando,
produciendo estruendo infernal.
-‘Al
higuí!-gritaban.- ¡Al higuí, tío Cuco!’Baila, baila!
El tío
Cuco, porque estuviera cansado de aquella persecución o por ver a los
habitantes de la <<Casita blanca>>, se detuvo, y, haciendo una
ridícula pirueta, amenazó, con el palo en una mano y con el puño de la otra, al
coro infantil.
Asustados
los chiquillos retrocedieron un paso; pero enseguida empezaron a disparar
puñados de tierra y hasta algunas piedras contra el pobre hombre.
Por
fortuna-dijo a Ernesto su mamá-ha sido uno de los más ricos de esta comarca.
Pudo ser poderoso y hacer mucho bien a sus compatriotas; pero se dio a la
bebida y a otros vicios, y perdió, no sólo su fortuna sino sus fuerzas. Es
joven y parece viejo, y no puede ni aun defenderse de los pequeñitos que le
persiguen. Si hubiera conservado su salud, como debía, veríase ahora rico,
querido y respetado.
La salud
es un tesoro que debemos conservar, para que sea productivo en bien nuestro y
de nuestros semejantes.
El hombre
débil es hombre pobre, aunque posea riquezas cuantiosas.
¿Quiénes
veraneaban en la Casita blanca? ¿Por qué?
Describid
aquella hermosa quinta.
¿Era
Ernesto un buen hijo? ¿En qué lo demuestra?
¿Qué le
observo su madre?
¿Qué
oyeron y contemplaron la madre y el niño?
¿Obraron
bien aquellos muchachos? ¿Por qué no?
¿Qué
deberes tenemos para con los desafortunados/desgraciado?
¿Qué se
sabe del tío Cuco?
¿Qué nos
enseña la historia de este desafortunado/desgraciado?
¿Apacible?
¿Lo
contrario de apacible?
¿Solicitud?
¿La
brisa?
¿Albares?
¿Vigorizar?
¿Lo
contrario de vigorizar?
¿Sestear?
¿Perenne?
¿Ajado?
¿Arlequín?
¿Idiota?
¿¡Al
higuí!?
¿Pirueta?
¿Aparcero?
¿Grotesco…grotescamente?
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