Ciertamente, son hermosísimas las estrellas que brillan en el
cielo en una noche serena y silenciosa, y las flores que embalsaman el aire con
sus perfumen y esmaltan la pradera con sus colores vivos y delicados.
Pero hay algo aún
más hermoso que todo esto: la sonrisa inefable de la madre ante la cuna de su
hijos dormidos.
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