En el huerto de Adelina había un hermoso
árbol cargado de peras que todavía estaban sin madurar. Adelina preguntaba
todos los días a su papá:
-¿Cuándo
estarán maduras estas peras?
-Ten
paciencia-le decía su papá;-cuando estén en su punto, las comerás.
Un
día que su papá había salido de casa entró Adelina en el huerto, y, no pudiendo
resistir la tentación, empezó a comer peras hasta que ya no pudo más.
Caro pagó su golosina, porque al poco tiempo fue presa de dolores de vientre
fortísimos, cayó gravemente enferma, y tuvo necesidad de estar un mes entero en la cama.
Cuando
al fin se puso buena, le dijeron sus papás:
-El
médico asegura que has estado a un paso de la muerte por tu glotonería.
Es
triste desgracia ser esclavo de los infieles; pero es desgracia mayor ser
esclavo de su vientre. Por ese motivo la necesidad de esperar es fundamental.
No hay prisa.
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