jueves, 25 de julio de 2013

Parte de la vida I-El Individuo-La familia: El buen consejo.



        Tres meses hacía que  el padre de Mariano se hallaba postrado en cama.

        Durante este tiempo, el chiquillo pasaba las horas muertas enredando en la calle.

        Muchos días dejaba de ir a la escuela, y, cuando iba, siempre debía ser amonestado y reprendido por el maestro.

        -¿No comprendes- decíale D. Pablo- que, si tu padre se entera, va a tener un gran disgusto y puedes ser causa de que se agrave? Solamente hacen eso los malos hijos, que no tienen amor ni respeto a sus mayores.

        Mariano prometía enmendarse, y cumplía regularmente durante algún tiempo; pero no tardaba en volver a su reprensible conducta.

        D. Pablo se vio precisado a expulsarle de la escuela.

        El padre de Mariano falleció, y, como la enfermedad había agotado todos los ahorros, la infeliz viuda no tuvo más remedio que ponerse a trabajar.

        La mala conducta del niño aumentaba las penas de la desgraciada mujer, que vivía muriendo de pesadumbre.

        Cierto día, D. Pablo encontró a Mariano y le dijo:

        -¿No te avergüenza que tu pobre madre se esté matando por ti? Los disgustos que le das y las penalidades que sufre no tardarán en llevarla a la sepultura. Y entonces ¿Qué será de ti? ¿Quién te dará el pan que ahora comes?

        La dulzura con que D. Pablo hizo la reprensión, emocionó al muchacho, y aquel día, en vez de irse a jugar, erró pensativo por el pueblo.

        A la mañana siguiente, se fue a un taller mecánico donde se solicitaban aprendices, y entró resuelto en él.

        Gustóle al dueño el despejo del niño, y le tomó por su cuenta.

        Nada dijo Mariano en casa: tenía  su idea.

        La madre, que estaba fuera todo el día, y que ya no amonestaba a su hijo porque creía que todo aviso hubiera sido infructuoso, no había reparado en el cambio de Mariano.

        Nada cobró éste la primera semana; pero a la segunda, señaláronle jornal, y guardóse aquellas tres monedas haciendo un nudo en el pañuelo.

        Entonces Mariano se presentó al Maestro, y le habló así:

        -D. Pablo, aquí tiene usted esto, lo primero que he cobrado, para que me compre libros. No podré venir de día; pero si usted quiere enseñarme, no faltaré un ratito todas las noches.

        Admirado D. Pablo, hízose explicar aquel fenómeno, y cundo supo toda la verdad, abrazó a Mariano y le dijo:

        -Guarda ese dinero y llévalo a tu madre. Bien chico, bien; continúa así, y serás hombre. No sabes la alegría que me das.

        Al cabo de un mes, Mariano ganaba una moneda diaria.

        Un años después, su madre no tenía que trabajar, y, pasado algún tiempo, poníase Mariano al frente de aquel taller en calidad de mayordomo.

        Han pasado seis años. El dueño del taller, ha fallecido, y sus herederos han traspasado la casa a Mariano, al honrado mayordomo, que no piensa más que en el cumplimiento de su deber y en proporcionar a su madre una vejez tranquila.

        Procura escuchar siempre el buen consejo.

        Se laborioso, que el trabajo dignifica y enriquece.

        ¿Qué vida llevaba Mariano?

        ¿Quién le amonestaba y reprendía?

        ¿A qué se vio obligado D. Pablo?

        ¿Qué desgracia experimento Mariano? ¿Vario, por esto, de conducta?

        ¿A qué se vio obligada la madre de Mariano?

        ¿Qué dijo un día D. Pablo a Mariano? ¿Qué efecto produjeron las palabras del buen maestro?

        ¿Qué hizo Mariano al cobrar su trabajo por vez primera? ¿Cuál fue su conducta en lo sucesivo?

        ¿Cómo vio recompensado su noble proceder?

¿Hallarse postrado en cama?

        ¿Las horas muertas?

        ¿Agravarse?

        ¿Quiénes son nuestros mayores?

        ¿Pesar…pesadumbre?

        ¿Emoción…emocionar…emocionado?

        ¿Adolescente?

¿Fenómeno?

¿Mayordomo?

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