Teresita era una niña un poco soberbia. Cuando
salía a paseo iba siempre como loca, sin hacer caso de sus papás; así es que a
lo mejor tropezaba y se caía, o metía los pies en los charcos, y volvía a su
casa llena de salpicones en las botas y en el vestido. Muy a menudo tropezaba
con las personas, y siempre estaba en peligro de que le ocurriese alguna
desgracia.
Una
vez puso un pie en un hoyo y cayó al suelo, haciéndose un chichón en la frente.
Algo
peor fue lo que le pasó otro día. Iba a casa de una tía suya, y la criada la
cogió de la mano para que no se metiese en los charcos, porque había llovido;
pero la niña, para desprenderse, dio un mordisco a la pobre mujer, y por correr
violentamente, tropezón con un perro que estaba royendo un hueso, y que
acometió a la niña, mordiéndola furiosamente en la pantorrilla. ¡Imaginad el
espanto de Teresa y de sus papás! Se temía que el perro estuviera rabioso, así
es que la niña hubo de ser acostada boca abajo, y con un hierro ardiendo le
abrasaron la carne viva alrededor de la mordedura.
Pensad
en el dolor y en el sobresalto de la pobre Teresa, y acordaos del refrán que
dice:
“Quien
es causa de su mal quéjese de sí mismo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario