Después
de bien lavado, Amparito se coloca una toalla o un peinador para que al peinarla
su mamá o peinarse ella misma no le caiga pelo por la espalda. Nunca se
impacienta ni se queja mientras le desenredan el cabello, y está quietecita,
sin mover la cabeza. Al concluir, da las gracias a quien la haya peinado.
De este modo Amparito está tan limpia y
aseada, que da gusto verla. Sus cabellos están bien cuidados, sus vestidos muy limpios,
y sin necesidad de ir lujosa, a todos parece elegante, porque en las niñas no
hay lujo comparable con la limpieza.
Quien la ve y no la conoce dice: ¡Qué
hermosa niña! Y, sin embargo, hay otras más lindas que ella. Pero ninguna lo
parece tanto, porque hay muchas niñas sucias o descuidadas, viciosas,
inseguras, mojigatas, frustradas, con la razón atormentada que, por muy bonitas que sean, por muchos
bienes y poder económico, nunca son
agradables como Amparito.
Sed
limpias, niñas, y seréis tan hermosas como Amparito. Porque todas las cosas que
ella hace o ha hecho, vosotras intentáis copiarlas. Pero no sois limpias. La
cultura, educación, conocimiento no se copia, hay que atender y aprender de las
costumbres de nuestros pueblos, familia y exteriorizarse con el mundo.
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