Antes del crepúsculo de la mañana naciente es todo
incertidumbre. La magia del alba llena de esperanza a quien la contempla. Cuando
el Sol asoma es el momento de plantear el deseo porque se materializa la luz.
Al mediodía se desatan los agravios y los trances por el furor de la sangre
alterada. En el crepúsculo del ocaso es la hora de deshacer los entuertos,
hacer las paces con el mundo y perdonarse a uno mismo. La noche ya se encargará
de purificarte.
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