jueves, 5 de septiembre de 2013

Parte de la vida IV-La humanidad-La Sociedad-El trabajo.



Allá, en un pueblecito rural de Cataluña, cuyas casas parecen esconderse entre el ramaje de extensos robledales, moraban dos antiguas y acomodadas familias que, como sus predecesores, no tenían otras aspiraciones que vivir cristianamente y procurar el mejoramiento de sus haciendas.

Los primogénitos de ambas familias eran, respectivamente, dos hijos varones, Guillermo y Rodolfo, cuya edad frisaba en los 12 años.

Juntos recibían sólida educación en uno de los colegios más acreditados de la capital del principado.

Buenos, inteligentes y aplicados, eran el encanto y la esperanza de sus familias.

Durante las vacaciones estivales, los dos camaradas se reunían en el pueblo, y sus padres procuraban iniciarles en el conocimiento de las faenas del campo, ya que uno y otro estaban destinados a continuar las sabias tradiciones de sus mayores.

Terminado el período de sus estudios, que no concluyó hasta haber cursado ambos la carrera de perito agrícola, regresaron definitivamente a sus hogares.

Aplicóse Guillermo, con tal afán, en la práctica de las operaciones de su carrera, que, a los pocos años, el rendimiento de sus predios había aumentado de un modo considerable.

Rodolfo, en cambio, sentía honda aversión a cuanto se relacionaba con la labranza, a pesar de los reiterados consejos de su padre.

Cierto día, díjole Rodolfo a su amigo:

-No comprendo, querido Guillermo, cómo puedes acostumbrarte a vivir entre estos rústicos. El día que yo pueda, me instalo en la ciudad para no respirar jamás el perfume de nuestras cuadras.

-Cultivo y mejoro lo mío, Rodolfo, -respondióle Guillermo sabiamente.

-¿Qué necesidad tienes de ello? ¿No eres rico como yo? ¿Acaso no hay administradores que podrán ahorrarte, otro día, una faena tan pesada y fastidiosa?

-No me convences, amigo mío. No hallo deleite mayor que la experimentación de las teorías que aprendimos. Así, acreciento mis caudales, soy útil a estas buenas gentes y prolongo la vida a mi padre.

-¡Ba!-le replicó Rodolfo desdeñosamente. –No me explico tus ridículas aficiones. Yo deseo más comodidades, más libertad, mayor lucimiento. No pasarás de la categoría de alcalde lugareño.

-¡Quiera Dios que algún día no te arrepientas de tus locuras! Contestóle Guillermo con tristeza.

Han transcurrido 15 años.

Guillermo continúa viviendo en la casa solariega. Él mismo dirige los cultivos de sus heredades, que han mejorado considerablemente, hasta  el extremo de ser hoy el hacendado más rico de las cercanías.

Por otra parte, su ejemplo y sus consejos han producido un bien general, por cuanto va desapareciendo en la comarca la rutina de aquellos labradores. Todos conocen y emplean ya los abonos químicos y nadie deja de saber a qué atenerse en el importante problema de las alternativas de cosechas.

No hay choza ni hogar donde Guillermo no sea querido y respetado.

Rodolfo fue a vivir, efectivamente, en la ciudad, dejando sus haciendas al cuidado de un administrador, cuya fortuna aumento de día en día.

Sin objeto preciso en qué ocupar el tiempo, pensando únicamente en la ostentación y el lujo de la familia, disipó la fortuna que heredo de sus padres, quienes murieron de pesadumbre.

Cuando se dio cuenta de su imprevisión, tomo dinero a préstamo; lo invirtió en negocios que no entendía, y no tardo en verse arruinado.

Hoy vive en el pueblo penosamente, cultivando por sus brazos unas pocas tierras que le quedaron, y ocultando su vergüenza y su pesar entre el ramaje de aquellos extensos robledales.

El hombre ha nacido para el trabajo; pues que éste es el origen de la gloria, de la riqueza y de la felicidad.

Trabaja; pero ocúpate de lo que entiendas, si no quieres que tu ruina sea segura.




Preceptos morales.

Dígase cómo vivían los padres de Guillermo y Rodolfo. ¿Qué instrucción recibieron ambos niños? ¿A qué le destinaban sus padres?

¿Cómo se condujo Guillermo al concluir sus estudios? ¿Y Rodolfo?

¿Qué resulto de la conducta del primero? ¿Y de la del segundo?

¿Qué otros beneficios ha producido la conducta de Guillermo?

¿A qué se vio reducido, últimamente, Rodolfo?

Lenguaje:

¿Primogénito?

¿Principado?

¿Tradición?

¿Quiénes son nuestros mayores?

¿Perito? ¿Lo contrario de perito?

¿Predio?

¿Aversión?

¿Rústico? ¿Lo contrario de hombre rústico?

¿Administrar? ¿Administrador?

¿Teorías? ¿Lo contrario de teorías?

¿Casa solariega?

¿Rutina?

¿Abono?

¿Alternar? ¿Alternativa?

¿Ostentar? ¿Ostentación?

¿Pesadumbre?

¿Impresión?

Parte de la vida V-Los animales-Fábula-La fuente y la mariposa.



Sobre el cristal de una fuente una rosa se inclinaba, y en la linfa contemplándose y haciendo espejo del agua, su propia imagen veía de sí propia enamorada.

En esto, con giros rápidos, una mariposa cándida llegó al borde de la fuente, paro su vuelo un instante, caprichosa y fatigada.

Vio mecerse las dos rosas entre los soplos del aura, la del rosal verdadero, la que el cristal imitaba, y escogiendo la fingida para centro de sus ansias dirigió su alegre vuelo y la cristalina taza, hundiendo en líquida tumba su cuerpecillo y sus alas, el tul que las transparenta y el iris que las esmalta.

¡Ay del que busca ilusiones y realidades aparta! Será, cual mariposa aturdida de la fábula, que se hundirá en el abismo de la mentira y la nada.

¡Por cada rosa de arriba hay otra que finge el agua!.

Escritor: José Echegaray.

¿Qué hacía esta rosa? ¿Qué veía? ¿Dónde? ¿Qué sucedió entonces?

¿Cómo llego la mariposa? ¿Qué hizo? ¿Qué le sucedió? ¿Qué personifica la mariposa?

¿Qué nos enseña esta fábula?

¿Qué debemos recordar siempre?

Lenguaje:

¿El cristal de una fuente?

¿Por qué se dice que el agua es como el cristal?

¿La  linfa de una fuente?

¿Cándido? ¿Lo contrario de cándido?

¿Recoger las alas?

¿Tul?

¿Iris?

¿Apartar realidades?

¿Abismo…abismarse…abismado?

Parte de la vida IV-La humanidad-La Sociedad-Fábula-Ingratitud.




Poníanse a pescar en el mismo río y cerca uno de otro, Julián y Martín, dos antiguos camaradas.


Y ved cómo hacía la suerte que Martín se levantara, al cabo de algunas horas, con pesca abundante, y cómo la desgracia, que Julián se aburriera sin coger pececillo alguno.


Martín vendía ricamente su provisión, y lograba vivir con holgura; en cambio, Julián era tan miserable que, muchas veces, debía pedir prestado a su amigo hasta cebo para el anzuelo.


Y en vano tanteaba este sitio o el otro, río arriba, ría abajo.


Inútilmente se ponía en el mismo punto de Martín, antes o después de presentarse su compañero: los endiablados peces no aparecían.


¿Consistiría en la hora? ¿En la caña?


-Martín-dijo un día Julián-he llegado al colmo de la desventura. Hace dos días que no hay en mi  casa ni siquiera un mendrugo de pan. Si fueras tan bueno que me dejases pescar con tu mismo aparejo un cuarto de hora solamente, te quedaría eternamente agradecido, y no habría cosa que yo no hiciera en tu obsequio.


Martín, que era noble y generoso, accedió en seguida y de muy buena voluntad a los deseos de su infortunado camarada.


¡Virgen santa, qué modo de pescar! No hacía más que cebar, tirar el hilo, y ya sentía los coleteo rabiosos y codiciados.


Tal era su entusiasmo, que Julián pasó no un cuarto de hora, sino una, y bien larga, sacando peces y más peces.


Martín le dejaba hacer complacido y sintiendo   honda satisfacción por la suerte de su amigo.


-Lo dicho, Martín, y gracias-exclamó recogiendo su fortuna.


Que fortuna fue, en efecto; porque el pececillo dorado lo compro, a gran precio, un naturalista, y el saquito contenía una perla negra preciosísima, de muy subido valor.


Ello es que Julián se vio rico, en forma que pudo comprar todo el terreno, por ambas orillas, correspondiente remanso donde pescaba Martín.


¿Y qué hizo? Prohibir en absoluto, a su compañero, que tirase la caña. ¡Ingrato!


En cambio, él seguía pescando una horita cada día, enriqueciéndose más y más.


Pronto se cambiaron los papeles: el pobre y arruinado Martín.


Entonces, éste le dijo un día:


-Julián, apiádate de mis hijos, que no han comido desde ayer; déjame pescar un cuarto de hora solamente.


Y Julián, sin acordarse del favor recibido, se negó a complacerle.


Pero ved que esto ocurría en el tiempo en que los campos y los bosques estaban habitados por las hadas, y el hada lo hizo así para probar el corazón de Julián.


Con lo que, viéndolo tan duro y desagradecido, dispuso que la pesca faltar en el remanso y fuera, siempre, abundantísima donde se ponía Martín.


Además, sobrevinieron calamidades en las fincas de Julián, y éste que no cogía ni un ruin pececillo, no tardó en verse arruinado.


-¿Y no le perdonó el hada?


-Sí, porque era muy buena. Le perdonó viéndole sinceramente arrepentido; pero con la condición de que pescase como criado de Martín, durante el resto de su existencia.


Debemos agradecer los favores que os hacen. El agradecimiento es virtud de las almas nobles.


El que no sabe agradecer no merece la protección de nadie, ni los favores de la fortuna.


Preceptos morales:


¿Julián y Martín eran amigos y compañeros de trabajo? ¿Qué les sucedía?


¿Qué favores hizo Martín a Julián? ¿Merecía el segundo los favores recibidos? ¿Por qué no?


Explica la conducta de Julián con aquel a quien todo lo debía. ¿Qué era, pues, Julián? ¿Qué castigo recibió?


Lo sucedido en una fábula: ¿Qué es una fábula?


¿Qué fin tiene esta fábula?


Lenguaje:


¿Vivir con holgura? ¿Lo contrario de holgura?


¿Cebo? ¿Sebo?


¿Coleteos?


¿Qué son las perlas?


¿Naturalista?


¿Remanso?


¿Hada?


¿Calamidades?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡Ciertas cosas que nos harían completamente felices!



Ser y estar. Uno puede ser listo pero no estar listo, ser despierto y no estar despierto. De nada nos sirve ser algo si no lo estamos siendo constantemente.

Optimista según la hora del día, a veces optimista a las diez de la mañana, pesimista al medio día, a la tres de la tarde vuelvo a ser optimista y no creo en los optimistas full time, gente que es siempre optimista, me parece sospechosa, porque el optimismo de verdad creo que se nutre también del pesimismo, que la buena luz es la que sabe comer sombras y que en el fondo la esperanza de verdad es la que desayuna cada mañana, dudas.

La improvisación, levantarse tarde, emocionar, bailar, dar y recibir cariño, la gente que se viste por los pies, el sol, los amigos, la montaña, nadar, viajar, leer, reír de uno mismo, la fotografía, la historia, montar en algo que se mueva contemplando el paisaje, la complicidad, la cerveza, el vino, la playa, el mar, pescar por la noche, una buena conversación sobre la vida, el fútbol, aprender cada día, comer como Dios manda, la siesta de los Domingos y de todos los días si es posible, patear, la curiosidad, el teatro, el cine, la radio, cocinar, viajar sin rumbo ni destino, ver amanecer en una noche mágica, el orujo de hierbas casero, la honestidad, pasear mirando hacia arriba, pasear en bici y sin bici también, comprar más libros de los que puedo leer, escuchar más que hablar y conocer gente cada día en cualquier lugar y aprender de ellos.
Aunque teniendo la libertad de hacer lo que quiere, te elige a ti en todo momento.


















Parte de la vida IV-La humanidad-La Sociedad-La abnegación de Manolo.



        Hacía algunos días que Jorge Juan no concurría a la escuela, a causa de una grave enfermedad.

        Sus compañeros le echaban de menos, porque Jorge Juan era bueno, buenísimo y uno de los más decididos, ocurrentes e ingeniosos para organizar juegos y distracciones de toda clase.

        Cerca,, cerquita de su casa comentaban el suceso varios niños que habían ido hasta allí con propósito de visitarle; porque, como podéis suponer, Jorge Juan era querido de grandes y pequeñuelos.

        -Yo no iré con vosotros-dijo uno de los muchachos-pues en casa me reñirían.

        -¿Y por qué te reñirían? ¿Por qué?-replicáronle a un tiempo varios niños, aguijoneados por la curiosidad.

        -Os lo diré, pero no me descubráis. Dicen que Jorge Juan padece una enfermedad contagiosa. Cuantos entren en su casa están expuestos a morir; porque, ¿oís?, el pobre Jorge se muere, se muere sin remisión.

        Los muchachos quedaron consternados como si vieran un fantasma delante de sí, y, si no dieron un paso atrás, lo cierto es que se abstuvieron de entrar en la casa de su buen amigo.

        Manolillo fue el único que, adelantándose, exclamó:

        -Pues, yo quiero verle, ¡Pobrecillo Jorge!

        Y esto diciendo, entró decididamente en la casa, que conocía muy bien, y, sin que nadie le pusiera estorbo, llegó hasta la alcoba de su querido amigo.

        A nadie esperaban en la casita; porque, en efecto, cundía la noticia de que la enfermedad era contagiosa y no se acercaba persona alguna a la cabecera del pobre niño, exceptuando a su desconsolada madrecita.

        El enfermo estaba amodorrado, y al pie de su cama  lloraba, presa de terrible angustia, una madre infeliz.   

        Sin que ésta lo notase, Manolo subió en una silla; dio un beso a Jorge Juan, y le dijo cariñosamente:

        -¡Mira, tú, a ver si te curas! ¿Eh? ¡Qué vamos a jugar al trompo!

        La madre de Jorge levantó la cabeza y, sin poder contenerse, estrechó a Manolillo en sus brazos, besándole enternecida.

        -¡Hijo mío! ¡Hijo mío!-grito.

        Jorge Juan abrió los ojos,  reconoció a su camarada y sonrió dulcemente.

        -¡Ah, qué dichosa soy!-continuó la madre.-Hace dos días que no le había visto abrir los ojos, ni los labios han pronunciado una palabra. ¡Dios te premie la caridad, Manuel!

        ¿Y creéis que paró ahí la hazaña de Manolo?

        Llegó a su casa, habló a su padre con tanto interés a favor del pobre enfermo, que aquella misma noche el buen señor visitaba a Jorge Juan.

        La dolencia que éste padecía no era sino una gran anemia agravada por la pobreza de aquella madre, víctima inocente de cien inesperadas contrariedades.

        El papá de Manolo atendió, con largueza, a las ocultas necesidades de la infeliz familia, y pocas semanas después, Jorge Juan se hallaba completamente restablecido.

        Jamás olvidó la noble acción de su querido compañero, y éste no tuvo, en la vida, un amigo más sincero y más leal; de tal manera, que llegó a prestar a Manuel servicios utilísimos.

        Tampoco la buena madre olvidó jamás los favores que ella y su hijo recibieron en aquella época de infortunio. Siempre de decía a Jorge: <<Hijo mío da tu alma a Manuel si un día la necesita>>. Que vea premiada de algún modo su inmensa caridad.

        Sed misericordiosos con el pobre; el cielo os pagará con creces cuánto por él hagáis.

        Si tenéis poco, dad poco; si tenéis mucho, dad mucho; pero dad siempre.

        Preceptos morales:

¿Qué le ocurría a Jorge Juan?

¿Por qué no fueron a verle sus amigos?

¿Quién fue únicamente?

¿Qué demostró Manolo al visitar a su amigo enfermo?

Explíquese ¿cómo Manolo llegó a la cabecera del enfermo y qué ocurrió? ¿Qué hizo además, Manolo? ¿Y su padre?

¿Qué enfermedad padecía Jorge Juan?

¿Cómo correspondió éste a los favores de su amigo? ¿Y la madre?

        Lenguaje:

¿Abnegación?

¿Ocurrente?

¿Enfermedad contagiosa?

¿Sin remisión?

¿Amodorrado?

¿Hazaña?

¿Anemia?

¿Anémico?

¿Infortunio? ¿Lo contrario de infortunio?

¿Ser misericordioso?



               


       

       









Parte de la vida IV-La humanidad-La Sociedad-Kilín, el ciego.


Por rara ventura, el niño Marcial salió de paseo con el médico D. Matías.

        Y veréis si fue aprovechada la excursión.

        A la vuelta de un promontorio, conforme se iniciaba el declive del pintoresco vallecito que los naturales llamaban Pradería, tropezáronse con el ciego Kilín.

        Sin duda no era ese su nombre; pero en todos aquellos andurriales no le conocían por otro. Quizás le pusieron Kilín los que así empezaron a llamarle, porque tan misteriosa como su procedencia era su figura.

        Marcial no le había visto nunca hasta entonces, y se quedó sorprendido, mudo.

        Kilín, de pie, la cabeza desnuda, alta y enflaquecida, la faz entre amarillenta y requemada por el sol, parecía una estatua.

        Don Matías dejó transcurrir algunos minutos, y después, saludando cariñosamente a Kilín, estuvo conversando con él largo rato. Antes de retirarse. Le preguntó:

        -¿Qué tal, querido? ¿Han pasado por aquí muchas almas buenas?

        Buenas lo son todas-repuso el ciego;-pero muy pocas como la de Usted. Sin embargo, no puedo quejarme: me han dado lo suficiente para cenar esta noche y no volver mañana al camino sin el desayuno.

        Despidióse el doctor dándole palmaditas amistosas, y Kilín le cogió una mano y la apretó efusivamente entre las suyas.

        Cuando estuvieron un poco apartados del infeliz, Marcial, no pudiendo contenerse, exclamó:

        -¿Cómo es, Don Matías, que ese hombre está tan reconocido a Usted., y le llama más bueno que los que le han dado para la cena de esta noche y el almuerzo de la mañana?

        Sonrió el médico y le contestó:

        Ese que has visto es uno de los seres más desgraciados, sencillamente por ser ciego. Necesita la limosna para mantenerse; también la necesitan el lisiado y el tullido, y, sin embargo, no son tan infelices como él.

        -Pues…dispénseme Usted., D. Matías: no lo entiendo.

        -Si hombre: el lisiado no puede ganar el sustento utilizando sus miembros, y necesita que le socorran; otro tanto le ocurre al tullido, y el ciego…

        -Y el ciego me parece que se halla en el mismo caso-interrumpió Marcial.

        -Perfectamente; pero el tullido y el lisiado poseen un sentido inapreciable, que pone directamente en comunicación su alma con la naturaleza, y pueden gozar de sus encantos. Ni uno ni otro necesitan tanto como el ciego la sociabilidad, es decir, el contacto de gentes que eviten el aislamiento total de su vida. ¿Te haces cargo?

        -Quiere decirse que el ciego está más solo.

        -El ciego vive, ¿Cómo te diré?, dentro de sí mismo, y por eso ansía la única comunicación del exterior que le consuela: la voz humana. De ahí que Kilín, con quién yo paso muchos ratos, agradezca tanto o más mi palabra que el dinero de los transeúntes, quienes le dan una moneda y se alejan, dejándole ensimismado en sus tristes reflexiones.

        Algunos días después, el padre de Marcial, hablando con D. Matías, se lamentaba de que el niño hubiera sufrido un cambio en sus costumbres:

        -Antes, no salía de casa sino raramente, y ahora pasa largas horas fuera de ella.

        -¿Y no ha averiguado Usted., a dónde va?

        -¿Dónde? A jugar con sus camaradas, sin duda. Pero, por otra parte, no puedo quejarme, porque cumple todos sus deberes y no abandona sus estudios. Al revés, me parece verle más aplicado que nunca.

        Sonrió el médico, y cambiando de conversación, condujo a su amigo hacia el sitió donde se hallaba Kilín.

        Allí encontraron a Marcial, sentado junto al ciego y conversando con él, como hubiera podido hacerlo con el más querido de sus camaradas.

        Antes de que el padre volviera de su sorpresa, exclamó el médico:

        -¿Qué tal, Kilín? ¿Han pasado muchas almas buenas?

        -El ciego, al oír la voz de D. Matías se puso de rodillas y dijo profundamente emocionado:

        -¿Pero, qué ha visto Usted., en mí, mi querido doctor, para mandarme un ángel todos los días? El me habla de todo lo hermoso y de todo lo bueno que hay en la obra de Dios, y ya no siento la ceguera.

        -Bien, muchacho, bien- contestó el médico.- Has entendido perfectamente el amor que debes al prójimo.

        Y, dirigiéndose al padre, añadió:

        -Ahí tiene Usted., explicado, seguramente, por qué estudia más el buen Marcial: porque viene todos los días a dar su lección a Kilín, y así, además del mérito de su buena obra, tendrá otro premio en la sabiduría que, con su cristiana labor, adquiere todos los días.

        El bien que hacemos al desgraciado redunda siempre en nuestro propio beneficio.

        No sólo necesita pan el pobre, sino que también cariño.

        Preceptos morales:

        ¿Quiénes salieron de paseo? ¿A quién encontraron?

        ¿Qué hablo el médico con Kilín?

        ¿Qué llamo la atención a Marcial?

        ¿Qué dijo el médico, referente a los ciegos, a los tullidos y a los lisiados? ¿Qué sucedió días después?

        ¿Qué concepto os merece la acción del niño Marcial? ¿Qué sentimientos demostró?

        Lenguaje:

        ¿Promontorio?

        ¿Declive?

        ¿Vallecito?

        ¿Andurriales?

        ¿Lisiado?

        ¿Tullido?

        Los encantos de la naturaleza: ¿Qué encantos son éstos?

        ¿Transeúntes?

        ¿Ensimismarse…ensimismado?



DECÁLOGO DEL COMPORTAMIENTO CIUDADANO ANTE LA PRESENCIA DE UN PERRO-GUÍA (soy los ojos de una persona)

No me des de comer ni me llames cuando estoy trabajando. Los silbidos me distraen.

Si quieres saludarme pregunta primero a la persona.

No dejes tu perro suelto cerca de mí. Intenta controlarle.

Para dar una indicación a mi dueño, no tires de la correa ni me agarres del arnés.

Recuerda que soy los ojos de una persona. No impidas mi paso a los establecimientos ni transportes. La ley me ampara.

No me tengas miedo. Ni soy agresivo ni transmito enfermedades.

Si cuando vas conduciendo ves que intento cruzar, ten precaución y para a una distancia suficiente para no asustarme.

Facilítame una ubicación cómoda en los transportes públicos.

Somos perros limpios. El pipí y las cacas siempre lejos de las aceras en los lugares adecuados.