jueves, 25 de julio de 2013

Parte de la vida I-El individuo-La familia: Reina y madre.



Erase cierta vez mis queridos niños, una reina gentil, y erase en aquellos tiempos fabulosos en que las hadas paseábanse por bosques y praderas.

La reina estaba muy afligida de no tener hijos.

Paseando un día por el campo, vio a una mujer pobre, miserable, sentada al sol y acariciando a su chiquitín.

Halagada la criatura por las caricias de la madre, sonreía y azotaba, con sus tiernas manecita, el rostro de la  mimosa mujer.

Ésta se lo comía a besos, diciéndole frases dulces.

La reina, que lo oía embelesada, se dijo de pronto:

-¡Le llama rey! ¿Y por qué no ha de ser príncipe?

Y, adelantándose, exclamó:

-buena mujer: según parece, pasas mucha miseria; el niño no está muy robusto, y es lástima, pues, bien criado, sería hermosísimo.

Buena señora-contestó la pobre-otras mujeres podrían cuidarle mejor; pero no con el amor inmenso que yo lo hago. Dudó un instante la soberana; más, al fin, dijo resuelta:

-Soy la reina, y, si consientes en darme a tu hijo, te colmaré de tesoros.

-Buena reina-repuso la mendiga llorando-tú no querrás que yo sea la más infeliz de las mujeres. ¿Separarme de este hijo de mis entrañas? ¡Es mío y muy mío!

Y le estrechaba con tanta fuerza, que el niño, dolorido, se puso a llorar.

La reina se alejó suspirando.

En esto, se presentó a la soberana un hada preciosísima, ataviada con manto de oro que parecía tejido con hebras de sol.

El goce maternal-dijo-es el más puro de todos los goces, no se compra ni se vende; lo da la Naturaleza, lo da Dios. Si te hubieras llevado al niño, habrías hecho a su madre más infeliz de lo que tú eres.

-¡Oh hada querida! Debe ser muy hermoso tener un hijito, ver sus sonrisas, amamantarle y mirarnos en el puro azul de sus inocentes ojos.

-Pues oye: con esa condición te haré dichosa. Tienes que amamantarle tú, aunque te cueste los más grandes sacrificios.

-¡Oh, buena hada, así lo haré, aunque deba convertirme en mendiga!

Cuando al año siguiente, empezaban a florecer los almendros, el rey y la reina tenían su hijito heredero.

No podéis imaginaros, queridos niños, la alegría de aquella dama.

Pero la rigurosa etiqueta palatina exigía que el vástago fuese criado a otros pechos. La reina se negó, diciendo:

-¡Soy su madre y he de ser su nodriza!

Viendo el rey que sus palabras eran inútiles, la repudió. Pocos días después salía de palacio, y la antes poderosa señora llevaba una vida miserable; pero era feliz acariciando a su hijo y diciéndole:

-¡Rey mío, príncipe de la luna y del Sol!

No creáis, queridos niños, que estos dos ejemplos de amor maternal no se repitan en la vida real. Aquí, en España, durante el reinado del caballeroso D. Amadeo, ocurrió que, paseando su virtuosa esposa, se encontró con una pobre mujer que no podía alimentar a sus hijos.

La entonces reina de España era nodriza de los suyos, y, viendo llorar al pequeñuelo, le cogió y le llevó a su pecho.

Entonces se adelantó un palaciego y le expuso, respetuosamente, que no debía obrar así.

La mujer de D. Amadeo I contestó con estas sublimes palabras:

“-Antes que reina, soy madre.”

Debemos a nuestra madre nuestro corazón y nuestra vida.

Se agradecido a los autores de tus días: jamás podrás satisfacerles una pequeña parte de lo mucho que les debes.

¿Por qué estaba afligida la reina? ¿Qué vio? ¿Cuándo?

¿Qué se propuso la reina?

¿Qué le contesto la mujer pobre?

¿Qué hizo entonces la reina?

¿Quién se le presento? ¿Qué le dijo?

¿Qué prometió el hada a la reina? ¿Se cumplió la promesa? ¿Cuándo?

¿Qué sucedió a la desventurada reina?

¿Qué ejemplo histórico de amor maternal se cita? ¿Qué opináis de esta acción de la reina?

¿Qué preceptos morales debemos recordar?

¿Tiempos fabulosos?

¿Halagar…halago…halagüeño?

¿Hada?

¿Embeleso…embelesar…embelesada?

¿Mendigo?

¿Lo contrario de mendigo?

¿Etiqueta?

¿Palacio…palatino…palaciego?


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