A
pesar de las apariencias, no era una mujer frívola. Es verdad que el de ahora
no era su marido. Pero es que su corazón buscaba, anhelaba. Tenía un ansia
incontenible de ser amada y de amar. Un ansia permanentemente insatisfecha…
Y
ahora este hombre le dice cosas sorprendentes. No sólo le adivina todo lo que
ha hecho. No sólo se ha saltado las costumbres establecidas. No sólo se
manifiesta libre de convencionalismos (un hombre hablando con una mujer a solas
en pleno campo). Es que además ha comenzado pidiendo de beber y ha terminado
prometiendo un agua viva…
La
mujer –cuyo nombre desconocemos– tiene experiencia de la vida. Más aún, tiene
experiencia de trato con hombres: ¡ha tenido ya cinco maridos! Pero este
hombre es diferente: ¿será un profeta?
Este
hombre que tiene frente a ella le ha hecho ilusionarse de nuevo. Su existencia
rutinaria y anodina ha comenzado a dar un vuelco. No sabe por qué, pero sus
palabras despiertan su corazón, han tocado la fibra más profunda de su ser.
No
entiende muy bien, pero intuye que esas palabras sobre el agua viva y sobre el
manantial que salta para la vida eterna conectan con sus anhelos más profundos.
Esos que siempre se han mantenido insatisfechos: la sed de Infinito que arde en
su alma. ¿Será el hombre esperado?
El
corazón tiene razones que la razón no comprende. Por eso, ante las palabras «si
conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú»,
ella responde con ímpetu: «Señor, dame de esa agua».
Seguramente
no ha entendido mucho, pero ha comenzado a experimentar que ese manantial de
agua viva brota incontenible en su corazón. Las palabras de este hombre,
cansado y sediento junto al pozo, comienzan a surtir efecto dentro de ella.
Un
efecto tan intenso y profundo que no puede callarlo. Necesita correr a contarlo
a sus paisanos, para que también ellos experimenten la dicha que ha comenzado a
inundarla. ¡Y con qué poder de convicción lo hace! Muchos creyeron por sus
palabras y otros muchos la siguieron para conocer a aquel hombre que prometía
algo tan inusual.
Su
sed inmensa ha comenzado a ser satisfecha. Y en ese mismo instante la mujer se
convierte en testigo del don de Dios. Nadie se lo impone. Pero ella no puede no
contarlo. Lo que este hombre sorprendente dice y promete es verdad: ¡ella ha
comenzado a experimentarlo!
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