jueves, 20 de diciembre de 2012

Ecuador está lleno de posibilidades: los españoles emigran a mi país


150 cerebros españoles se fugan a Ecuador buscando…

David de Santos, ingeniero de Caminos, está terminando de empaquetar toda su vida en tan sólo dos maletas. Se va dos años a vivir a Ecuador, contratado por el Gobierno de ese país para formar a los docentes de sus universidades y abrir allí líneas de investigación. No es el único que emprende esta aventura, 150 cerebros españoles se fugan a Ecuador buscando una luz al final de un túnel profesional que cada vez está más oscuro en España.

“Aquí estamos desmontando el país, y Ecuador recoge nuestras piezas”, dice De Santos, que, a sus 34 años, se ve obligado a emigrar a un país que tradicionalmente ha buscado salidas profesionales en España. “Yo trabajaba para la Junta de Andalucía como autónomo, pero desde hace dos años ya no hay trabajo. Llevo todo ese tiempo buscando un empleo fuera; primero apunté a Europa, pero luego me decidí por Latinoamérica, el desarrollo en infraestructuras en estos países es una buena oportunidad”, explica De Santos.

Ecuador ha sido, desde hace una década, uno de los principales países de origen de los inmigrantes que viven en España. La construcción, el servicio doméstico y la hostelería han sido las ocupaciones más comunes de un colectivo donde casi el 70% son trabajadores no cualificados. Hoy, a pesar de que uno de cada siete se ha marchado por la crisis, casi 400.000 ecuatorianos siguen residiendo en España. “Ahora la flecha migratoria se ha dado la vuelta –afírmala bióloga Sol Martínez, otra de los especialistas universitarios españoles que acaban de embarcar rumbo a Ecuador–; quien era país inmigrante ahora es quien contrata a nuestros doctores, el mundo al revés”.

El Gobierno ecuatoriano ha emprendido una ambiciosa reforma, bajo el mandato de su presidente, Rafael Correa, para poner al día las universidades del país. “Tenemos más de 3.500 titulaciones que no son compatibles con ningún país del mundo, queremos dejarlas en 350 aceptadas internacionalmente”, comenta Pablo Ulloa, coordinador de las Universidades Ecuatorianas ante las Universidades Europeas. El plan educativo ha llevado a revisar todas las universidades del país. Como consecuencia del examen, en abril, 14 universidades fueron cerradas, y las demás, 57, tienen un plazo de un año para ponerse al día antes de otra revisión. “Para ello necesitamos la experiencia y los conocimientos de estos doctores españoles, ellos abrirán líneas de investigación que no existen en nuestras universidades y formaran a nuestros docentes haciendo lo que hemos bautizado como una ‘reingeniería de las carreras’. La política de recortes que el Gobierno de Rajoy lleva a cabo en España nos beneficia, ahora podemos ofrecer empleo a grandes profesionales”, señala Ulloa.

“Ya emigraron nuestras familias en los años 60, ahora nos toca a nosotros –reflexiona María Provincia, de 30 años, doctorada en Psicología Experimental por la Universidad Complutense de Madrid–. Yo llevo cuatro años dando clase e investigando en la Complutense, pero me quedé en paro. En junio se me terminó el subsidio, he tenido que dejar mi casa y no encontraba nada de trabajo. Esta oportunidad en Ecuador me ha llovido del cielo”.

Daniel Fernández es economista y también se marcha. “Nos han formado aquí y ahora nos vamos, es una forma clara de desperdiciar recursos, pero no nos dejan otra opción”, señala. A sus 27 años y con varios másteres a la espalda, estaba dando clase en una academia: “Encontrar trabajo está muy complicado en España, venimos de una legislación laboral franquista que se ha ido adaptando como ha podido, pero la realidad es que está totalmente inadaptada a los tiempos modernos. No es que este Gobierno se equivoque ahora; en mi opinión, se han equivocado todos los gobiernos, este, el anterior y el anterior a este también”. El padre de Daniel Fernández tiene un gesto serio mientras ayuda a su hijo con las maletas. No quería que su hijo se fuera tan lejos: “Pensaba en Alemania, Inglaterra, algo más cercano, pero él, por el idioma, prefiere ir allí”. En su casa no entienden cómo este Gobierno “permite que los que podrían crear puestos de trabajo en España se vayan a crearlos a otros países; van a formar a gente que va a dar oportunidades de trabajo a los suyos, ¿y aquí?”.

En España, “las universidades se están quedando desiertas”, afirma apesadumbrado Carlos Ruiz, de 33 años, doctorado en Biología Molecular y que hoy, junto a su mujer, Sol Martínez, se dispone a emprender esta nueva aventura. “Nosotros nos vamos contratados por dos años a la Universidad Técnica de Manabí, al sur del país –comenta–, para nosotros no es tanto una huida como un paso más en nuestro camino, ya hemos hecho investigación en agroecología en Yucatán (México), y ahora Ecuador está lleno de posibilidades”. La pareja vivía en Murcia, pero allí la investigación “está muy mal; la investigación en este país es en lo último en lo que se invierte y lo primero en lo que se recorta –se queja Ruiz–. Esto tendrá consecuencias a corto y a largo plazo, afectará a todos los niveles de la educación en España. Recuperar el nivel en el que estábamos va a costar mucho dinero y mucho trabajo”.

Sol Martínez afirma que, aunque la idea de irse les parece una gran experiencia, “es cierto que si hubiéramos podido desarrollar nuestras líneas de trabajo aquí nos hubiera gustado hacerlo. La pena son los amigos que se han tenido que marchar y no querían irse. Tenemos compañeros que sólo les ha quedado como opción salir fuera, incluso mi cuñado se ha tenido que ir a Berlín, y su novia, a Rusia”. A la familia de Sol, cuando se marcharon por seis meses a trabajar a México, no le pareció muy buena idea, “pero ahora en casa nos han dado la enhorabuena. ‘¿Los dos contratados?’, preguntó mi madre al conocer la noticia –explica–. ‘¡Felicidades!’, nos dijo”.

La ilusión y la incertidumbre recorren los rostros de los primeros 20 españoles que parten desde Madrid para Ecuador, los siguientes irán marchando progresivamente hasta completar los 150 que el Gobierno quiere contratar antes de final de año. “Ofrecemos 1.700 dólares al mes y 13 pagas, la que les quita Rajoy se la damos nosotros –informa Pablo Ulloa–. Allí el nivel de vida es cuatro veces más barato que aquí. Y este salario es una base para empezar, luego ellos ya elegirán si quieren seguir, nos encantaría que dirigieran carreras y, por qué no, que llegaran a ser rectores de universidades con su correspondiente aumento de salario”.

David de Santos se alegra de irse porque no quiere seguir oyendo hablar “de crisis y de derrotas, en España todos estamos enfadados, tristes, pesimistas, y allí espero que la gente sonría y que no piensen sólo en cuál va a ser el nuevo recorte”.

Para otro que se marcha, Jorge, de Sevilla, especializado en ingeniería biomédica, Ecuador no era una opción, aunque le pareció interesante cuando vio la oferta en la Universidad Carlos III, donde trabajaba. “Yo tenía plaza fija, así que ni me planteé irme, pero soy de los profesores a los que llegó la crisis y nos han echado a la calle. Ahora este trabajo se ha convertido en una oportunidad, un mundo abierto por explorar, y lo cierto es que me alegro”, apunta.

De Santos no puede reprimir un gesto duro cuando habla de la gestión que España está haciendo respecto a los problemas económicos: “Sí, es cierto que Ecuador se lleva nuestro talento, pero en nuestro país deberían hacer esta reflexión y no dejarnos marchar así. Todos debemos pensar un poco más en lo que está pasando, en qué estamos haciendo, no sólo el Gobierno, sino todos nosotros, deberíamos plantearnos quién está en el escalón decisorio y qué decisiones toma”.

Para Pilar Lozano, de 37 años, irse a Ecuador significa un avance y, sobre todo, como dice ella, “un proyecto de vida, yo viajo con mi familia, mi marido Javier –también contratado por la universidad– y mi hija Sara, de cuatro años”. Lozano es doctora en Teoría de la Literatura, y los últimos cinco años se ha dedicado a la gestión de proyectos y becas de investigación ella fundación BBVA. “Es un gran reto profesional entrar en una universidad con todo el campo abierto para mejorarla y a nivel personal es un aventura maravillosa que me apetece compartir con mi familia –añade–. Yo no veo que el país me expulse, sino que esto es una oportunidad profesional. Es cierto que son malos tiempos para la investigación, pero ya serán buenos”.

Junto a Pilar Lozano, bajo el panel de información de salidas del aeropuerto, está su marido Javier de Agustín (38 años), que sostiene en brazos a su hija. La pequeña lleva a Didi, su muñeco favorito, y su maleta con forma de abeja. “Yo soy madrileño, fotógrafo profesional y emigrante –dice De Agustín sonriendo–; “aquí las cosas están muy complicadas, y allí parece que se abre un nuevo camino; así que nos vamos donde hay trabajo”. Lleva 15 años dedicándose al mundo audiovisual como freelance y trabajaba para una productora que llevaba tres producciones con TVE; “con los recortes, dos han desaparecido y la que queda se ha tenido que ir a otra cadena por falta de financiación, como autónomo es cierto que estás acostumbrado a cosas así, pero es que lo de ahora mismo es mucho peor”, señala. Una sonrisa nerviosa se dibuja en las caras de los familiares de Javier cuando se escucha el anuncio del embarque; la madre se despide triste, pero contenta por ellos, por su futuro, aunque echará de menos a su nieta. “Dicen que vamos a ayudar a construir un país nuevo, así que ya se verá”, se despide De Agustín empujando su carro repleto de maletas hacia el control. Algunos, como Daniel Fernández, dejan a su novia en España. “Es duro, pero espero que todo salga bien y seguro que viene a verme”, comenta él mientras ambos se abrazan en el mostrador de salidas. María Provencio se despide de su novio con lágrimas en los ojos, pero sabiendo que “esto es un buen punto de partida tal como está la situación aquí”. Ante la pregunta sobre si van a volver, algunos dudan, otros afirman que quizás cuando la crisis aminore. De Agustín añade: “Claro, en Navidad, en vacaciones de verano, no sé… lo cierto es que hemos desmontado la casa, viajamos toda la familia, así que esto es un proyecto abierto”. Los 20 cerebros se despiden con una sonrisa, algunas lágrimas y sin fecha de vuelta mientras se dirigen con su vida a cuestas a la puerta de embarque con destino a Quito y Guayaquil.

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