...no es sólo para destacarlas como
madres, esposas y compañeras, también es importante resaltar su rol en la
historia, más aun en Manabí donde el bello género ha tenido un protagonismo y
espacio sin precedentes en los procesos políticos, económicos y sociales.
La manabita merece un estudio especial. Paradójicamente
ocurre en esta tierra considerada de machistas y en el suelo donde nació el
redentor de la mujer ecuatoriana: el montubio Alfaro; el que valoró su
participación, el que le permitió el acceso a la función pública y el derecho a
una educación superior.
La mujer manabita ha resaltado por su capacidad de dirigir
masas.
Los conquistadores españoles se sorprendieron que una reina
viuda, muy rica: Achira, fuera gobernante de los Tosaguas.
Se registra a la montecristense, Isabel Muentes, como la
primera montonera revolucionaria en 1864.
Después, la portovejense Filomena Chaves, llamada Coronela
por Alfaro, comando a 100 hombres para ponerse a las órdenes del Presidente
manabita, que años antes convirtió a la charapontense.
Matilde Huerta Centeno, es la primera funcionaria pública del
Ecuador.
Su presencia se ha impuesto desde la propia génesis cultural
de América, desde los cimientos de nuestra historia, pues una de las primeras
figuras humanas representadas en cerámica en este continente es la reconocida
“Venus de Valdivia”.
Los artesanos se inspiraron en la mujer para representar su
cosmovisión; como también ocurrió, siglos después, con la enigmática estela de
los manteños. Esta misma civilización adoraba a una gran esmeralda considerada
milagrosa, que los españoles la definieron como Diosa; es decir, que el género
femenino fue el escogido nuevamente por los nativos para rendirle culto.
Quizá por estos antecedentes no es casualidad que los
manabitas tengamos especial devoción a dos representaciones femeninas: las
vírgenes de Monserrate y las Mercedes.
Tanto que agradecerles, que hasta la sabiduría de nuestras
abuelas nos han otorgado el reconocimiento nacional de tener la más rica y
variada gastronomía. Sólo ese mérito las hace especiales en el mundo. Y por si
fuera poco, también se distingue su incomparable belleza.
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