jueves, 23 de abril de 2015

Hablar de la mujer manabita...

 ...no es sólo para destacarlas como madres, esposas y compañeras, también es importante resaltar su rol en la historia, más aun en Manabí donde el bello género ha tenido un protagonismo y espacio sin precedentes en los procesos políticos, económicos y sociales.
La manabita merece un estudio especial. Paradójicamente ocurre en esta tierra considerada de machistas y en el suelo donde nació el redentor de la mujer ecuatoriana: el montubio Alfaro; el que valoró su participación, el que le permitió el acceso a la función pública y el derecho a una educación superior.
La mujer manabita ha resaltado por su capacidad de dirigir masas.
Los conquistadores españoles se sorprendieron que una reina viuda, muy rica: Achira, fuera gobernante de los Tosaguas.
Se registra a la montecristense, Isabel Muentes, como la primera montonera revolucionaria en 1864.
Después, la portovejense Filomena Chaves, llamada Coronela por Alfaro, comando a 100 hombres para ponerse a las órdenes del Presidente manabita, que años antes convirtió a la charapontense.
Matilde Huerta Centeno, es la primera funcionaria pública del Ecuador.
Su presencia se ha impuesto desde la propia génesis cultural de América, desde los cimientos de nuestra historia, pues una de las primeras figuras humanas representadas en cerámica en este continente es la reconocida “Venus de Valdivia”.
Los artesanos se inspiraron en la mujer para representar su cosmovisión; como también ocurrió, siglos después, con la enigmática estela de los manteños. Esta misma civilización adoraba a una gran esmeralda considerada milagrosa, que los españoles la definieron como Diosa; es decir, que el género femenino fue el escogido nuevamente por los nativos para rendirle culto.
Quizá por estos antecedentes no es casualidad que los manabitas tengamos especial devoción a dos representaciones femeninas: las vírgenes de Monserrate y las Mercedes.

Tanto que agradecerles, que hasta la sabiduría de nuestras abuelas nos han otorgado el reconocimiento nacional de tener la más rica y variada gastronomía. Sólo ese mérito las hace especiales en el mundo. Y por si fuera poco, también se distingue su incomparable belleza. 

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