El efecto de la gula.

Matilde era una prima de Amparito. Lejos de parecerse a ésta en sus inclinaciones, era todo lo contrario. Entre los muchos defectos que tenía, figuraba el de ser muy golosa y glotona; y no se corregía, a pesar de haber sufrido ya por esta causa algunas enfermedades.

        En cierta ocasión le regalo su  tía un cartucho de dulces. En vez de repartirlos con su familia o con sus amiguitas, se los comió todos de una vez. Tuvo una gran indigestión; cayó enferma, y no pudo asistir a una reunión campestre a que concurrieron algunos días después varias personas de su familia. Mientras todos se divertían, ella tuvo que quedarse sola en casa, acostada, con el estómago dolorido y la boca amarga por el mal sabor de las medicinas.

Al fin se puso buena, pero no escarmentó. Una vez fue convidada a comer en casa de su prima Amparito. Entre los platos que sacaron a la mesa había uno de peras en dulce, cocidas y enteras. Matilde se dejó llevar de las sugestiones de su glotonería: cogió una por el rabo sin que nadie la viese, y, abrasando como estaba, se la metió de una vez en la boca. Al sentirse quemada dio un grito horroroso, y cayó al suelo sin movimiento por el exceso de dolor, quedando con la boca abierta y los ojos saltones, que daba miedo verla. ¿Qué había sucedido? La niña había mordido ansiosamente la pera cocida, que conservaba dentro todo el calor, y sintió abrasados la boca y el estómago, como si hubiera ingerido fuego. Se la pudo salvar por milagro, después de una larga enfermedad.

No sé si Matilde se habrá enmendado en vista de tan duras lecciones; espero que sí. Por su parte, Amparito comprendió bien cuánta razón tenía su mamá cuando decía: <<La gula es un vicio muy feo, y, además, hace daño a la salud>>. Pero a veces te encuentras con personas que no respetan y quieren que comas más de lo que tu  cuerpo necesita. Llegándoles a molestar tu actitud de buenos valores.

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