sábado, 18 de abril de 2015

CUENTO OCTAVO: El fósforo de las cerillas.



        Una niña que se llamaba Josefina mojó unas cerrillas en agua y se ensució las manitas. Su mamá la dio después pan; lo comió, y  sintió agudísimos dolores. Llamaron al médico, y le dijo:

-La niña se ha envenenado con el fósforo de las cerillas.

Se probaron algunos remedios; pero ya era tarde, y la pobre Josefina murió entre sufrimientos horrorosos.

Como el fósforo de las cerillas es venenoso y Josefina tenía las manos sucias de fósforo, al coger el pan lo manchó y se envenenó.

¡No juguéis nunca con las cerillas!

La irreflexión es madre de mil desgracias; no olvidéis, ¡Oh niña! En cuanto hagas. Todo te será juzgado. En tan sencillo reconocer que jamás se han puesto en contacto contigo. Es tan vil y canalla, además de bajuno mantenerse en algo, por alguien que te desprecia por ejemplo, por tener las piernas llenas de varices, la piel rugosa como un cocodrilo, y fea como tú misma en el alma. El valor tuyo y precio de un amor no correspondido es monetario. Eso es lo que eres ¡Moneda de intercambio! Como el fósforo, vida por muerte. De Josefina aprende hacer prudente y reflexiona.

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