martes, 14 de abril de 2015

La curiosidad de Amparito.



        Aunque sea triste decirlo, en medio de sus buenas cualidades Amparito tenía una pequeña falta: era un poquito curiosa. Su papá lo sabía, y quiso corregirla de este defecto.

La niña había manifestado grandes deseos de tener un canario,  su papá se lo prometió. Un día llevo a casa un pajarito encerrado en una caja, y lo puso sobre la mesa sin hablar una palabra. Poco después salió. Como la mamá estaba en otra habitación cosiendo, Amparito quedó sola y se puso a dar vueltas, llena de curiosidad, alrededor de la caja. <<¡Quién sabe lo que habrá dentro!>>, dijo entre sí; y al fin, no pudiendo resistir la tentación, levantó la tapa. ¡Ojaló no lo hubiera hecho nunca! Lo que había en ella era un lindísimo canario, que al verse libre dio dos o tres vueltas por la habitación, después salió por la ventana, y pronto se perdió en los aires.

Amparito quedo al pronto aturdida; después se echó a llorar con verdadera pena. <<¿Qué es lo que he hecho? ¿Qué dirá ahora mi papá?>>

La mamá, que había oído los gritos, llegó y dijo:

        -Tú papá dirá que sufres el castigo de tu imprudente curiosidad. Quiso ponerte a prueba para enseñarte que la curiosidad es un defecto muy feo y que puede ser causa de gravísimos males. Que esto te sirva de ejemplo.

Amparito se acordó tanto, que desde entonces se enmendó para siempre y no volvió a ser curiosa.

El párrafo anterior le hubiera agradado a sus papás escribiera Amparito. Pero no es así. Amparito sigue siendo curiosa, pero no se impacienta como antaño.

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¡Muchas gracias!



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