Las puertas del paraíso.
La frontera de Perú con Ecuador
es un puente sobre un río, para entrar en Ecuador se hacen los trámites en
suelo ecuatoriano y para ir a Perú del peruano. Como íbamos desde el sur nos
tocó hacerlos del lado ecuatoriano. Siempre las aduanas son un asco, aunque
estén muy limpias como esta, tienes que esperar y a veces hasta pagar. Entramos
y después de entregar la salida y conseguir el sello de los peruanos nos
ponemos a la cola de entrada en Ecuador. Larga cola porque son muy meticulosos,
por fin nos toca, nuestro interlocutor parece amable, un tipo con gafitas,
canoso, repeinado y serio. Le tiro un par de bromas para suavizar y el tipo
responde sonriendo mientras va metiendo todos los datos en el sistema. Ya con
el sello en la mano mira la primera página y veo que cuenta con los dedos y me
dice,
- Su pasaporte caduca en agosto, no puedo dejarle entrar con menos de seis meses de vigencia.
- Como!! Pero si me quedan todavía más de cuatro meses de vigencia.
- Es política de Ecuador no dejar pasar a extranjeros que se les vaya a caducar el pasaporte antes de los próximos seis meses. No va a entrar, usted tiene que anular la salida de Perú porque no se puede quedar sin estar en ningún país.
Me entran los siete males, este hijoputa con su carita de hombre bueno me va a joder, además veo en sus ojos como disfruta, me está diciendo con su mente te jodes europeo, eso por no dejar entrar a los nuestros libremente allí, como si yo tuviera la culpa. Empiezo a ponerle mil escusas y muy amablemente me dice que hay mucha gente y que el solo cumple con su trabajo que hable con su supervisora en la mesa de atrás. La supervisora sí que tiene cara de perra, por eso será supervisora y ya me está diciendo que no antes de que llegue.
Diez minutos más tarde estoy saliendo por la puerta sin haber entrado en Ecuador, con Andrea con el sello de entrada y con la furgoneta en el limbo, la salida hecha pero sin entrada a ningún sitio. Se me ocurre que si ha entrado a las ocho de la mañana tendrá que salir a las cuatro y quién sabe si otro funcionario será menos celoso de su trabajo y no me mirará la vigencia y se pondrá a contar, le tendría que haber arrancado los dedos seguro que me hubieran puesto el sello para ir al calabozo ecuatoriano.
Hacer tiempo en una frontera siempre es raro, toda la gente pasa, no se ponen a curiosear, como yo, los policías te miran, eres sospechoso simplemente por estar allí más tiempo de la cuenta.
Por fin llegan las cuatro y cinco y voy a la oficina otra vez, el cabronazo sigue allí, me voy a tener que ir hasta Lima a 1300 km para tramitar un pasaporte nuevo que a saber cuándo llega y Lima es un infierno, seguro que me comen allí y no dejan ni los huesos. Me pongo en la cola de salida del Perú para invalidar la que me dieron, cuando me toca hablo con el funcionario,
- No me han dejado entrar porque me falta vigencia.
- Jajaja, estos ecuatorianos son muy estrictos.
- No será pata tuya y me echas una manita para que me selle.
- Noooo, estos no nos quieren nada, son raros, cual ha sido?
- El de gafas
- Uuuhh, ese es el peor de todos.
- Oye y si espero al cambio de turno y lo intento con otro funcionario, porque no creo que les tengan trabajando veinticuatro horas.
- No sé – y se sonríe – yo no puedo decirte que hagas eso – y me sigue sonriendo – cambiamos de turno a las ocho – y me estampa el sello que invalida la salida de Perú, ya estoy en Perú de nuevo, Andrea en Ecuador y la furgo en ninguno de los dos.
Va a tocar esperar cuatro horitas para el siguiente intento. Lo hacemos en el lado peruano, así no somos muy vistos.
Ya de vuelta a la sede ecuatoriana respiro varias veces antes de salir de la furgo, camino lento hasta la puerta de la oficina y miro desde fuera. El gafas cabrón ya se ha ido, todo son mujeres, entro. Me voy derecho a la ventanilla del lado peruano,
- Buenas noches – le digo mientras le entrego el boleto invalidado – está invalidado porque se me olvidó una cámara de fotos en Máncora y tuve que volver antes de acabar la entrada.
Mira el boleto, coge el pasaporte, lo abre por la página de la foto, me mira, mira a la compañera ecuatoriana.
- Este pasaporte caduca en agosto, no tiene los seis meses de vigencia, le vais a dejar entrar?
Noooooooooooo, me dan ganas de desmayarme ahí mismo. Me devuelve el pasaporte.
- Si ellos te dejan entrar yo te pongo el sello de salida de Perú, pero no te van a dejar.
Mi cara es un poema, me voy a la ventanilla de Ecuador donde su rubia funcionaria ya me va diciendo que no con la cabeza, se lo ruego, niega, se lo pido por favor, niega, ya le pido explicaciones, se empieza a cansar y arranca una hoja que tiene pegada en la ventanilla y me la da,
- Ahí están las normas donde lo dice y sino en el cartel de la entrada – leo el papel y no lo pone, me voy al cartel y tampoco.
En ese momento se abre la puerta y asoma Andrea, con la mirada la expulso de la sala. Vuelvo a la ventanilla.
- Eso no lo pone en ningún sitio.
- Pues son las normas aunque no aparezca ahí.
- Por favor, que son 1300km a lima – creo que la ha dado algo de pena, ha mirado a la compañera – por favor, que yo tuve una novia ecuatoriana y no me quiso traer, y desde entonces siempre he querido venir – está sonriendo.
- Que traidora, y porque no lo trajo, no le quería a usted?
- Siii, pero bueno no se dio. Ella es de Manabí, me han dicho que allí las playas y la comida son estupendas.
- Mi supervisora es manabita – y mira a su compañera. Es una chica guapísima, nos sonreímos. Le pongo cara de cordero degollado.
- Por favor no me hagas hacer el camino hasta lima, es muy lejos, Cuenca está aquí al lado – sigo con mi carita de pena.
- Hay alguna manera de dejarle pasar? – le pregunta a la jefa, yo con la mirada le digo todo.
- Usted se compromete a ir a renovar antes de salir de Ecuador.
- Siiii, por supuesto, si hay que firmar un documento lo firmo, por favor, que guapas son ustedes.
- Vaya a la ventanilla peruana y que le pongan el sello de salida.
Me dan ganas de besarlas, de agradecimiento y porque son bonitas de verdad. La peruana me estampa el sello sin problema. Le doy mi pasaporte a la rubia ecuatoriana y la sonrío con agradecimiento, pone el sello y me desea feliz viaje. Y por fin se abren las puertas del paraíso.
¡Mi madrileño!
- Su pasaporte caduca en agosto, no puedo dejarle entrar con menos de seis meses de vigencia.
- Como!! Pero si me quedan todavía más de cuatro meses de vigencia.
- Es política de Ecuador no dejar pasar a extranjeros que se les vaya a caducar el pasaporte antes de los próximos seis meses. No va a entrar, usted tiene que anular la salida de Perú porque no se puede quedar sin estar en ningún país.
Me entran los siete males, este hijoputa con su carita de hombre bueno me va a joder, además veo en sus ojos como disfruta, me está diciendo con su mente te jodes europeo, eso por no dejar entrar a los nuestros libremente allí, como si yo tuviera la culpa. Empiezo a ponerle mil escusas y muy amablemente me dice que hay mucha gente y que el solo cumple con su trabajo que hable con su supervisora en la mesa de atrás. La supervisora sí que tiene cara de perra, por eso será supervisora y ya me está diciendo que no antes de que llegue.
Diez minutos más tarde estoy saliendo por la puerta sin haber entrado en Ecuador, con Andrea con el sello de entrada y con la furgoneta en el limbo, la salida hecha pero sin entrada a ningún sitio. Se me ocurre que si ha entrado a las ocho de la mañana tendrá que salir a las cuatro y quién sabe si otro funcionario será menos celoso de su trabajo y no me mirará la vigencia y se pondrá a contar, le tendría que haber arrancado los dedos seguro que me hubieran puesto el sello para ir al calabozo ecuatoriano.
Hacer tiempo en una frontera siempre es raro, toda la gente pasa, no se ponen a curiosear, como yo, los policías te miran, eres sospechoso simplemente por estar allí más tiempo de la cuenta.
Por fin llegan las cuatro y cinco y voy a la oficina otra vez, el cabronazo sigue allí, me voy a tener que ir hasta Lima a 1300 km para tramitar un pasaporte nuevo que a saber cuándo llega y Lima es un infierno, seguro que me comen allí y no dejan ni los huesos. Me pongo en la cola de salida del Perú para invalidar la que me dieron, cuando me toca hablo con el funcionario,
- No me han dejado entrar porque me falta vigencia.
- Jajaja, estos ecuatorianos son muy estrictos.
- No será pata tuya y me echas una manita para que me selle.
- Noooo, estos no nos quieren nada, son raros, cual ha sido?
- El de gafas
- Uuuhh, ese es el peor de todos.
- Oye y si espero al cambio de turno y lo intento con otro funcionario, porque no creo que les tengan trabajando veinticuatro horas.
- No sé – y se sonríe – yo no puedo decirte que hagas eso – y me sigue sonriendo – cambiamos de turno a las ocho – y me estampa el sello que invalida la salida de Perú, ya estoy en Perú de nuevo, Andrea en Ecuador y la furgo en ninguno de los dos.
Va a tocar esperar cuatro horitas para el siguiente intento. Lo hacemos en el lado peruano, así no somos muy vistos.
Ya de vuelta a la sede ecuatoriana respiro varias veces antes de salir de la furgo, camino lento hasta la puerta de la oficina y miro desde fuera. El gafas cabrón ya se ha ido, todo son mujeres, entro. Me voy derecho a la ventanilla del lado peruano,
- Buenas noches – le digo mientras le entrego el boleto invalidado – está invalidado porque se me olvidó una cámara de fotos en Máncora y tuve que volver antes de acabar la entrada.
Mira el boleto, coge el pasaporte, lo abre por la página de la foto, me mira, mira a la compañera ecuatoriana.
- Este pasaporte caduca en agosto, no tiene los seis meses de vigencia, le vais a dejar entrar?
Noooooooooooo, me dan ganas de desmayarme ahí mismo. Me devuelve el pasaporte.
- Si ellos te dejan entrar yo te pongo el sello de salida de Perú, pero no te van a dejar.
Mi cara es un poema, me voy a la ventanilla de Ecuador donde su rubia funcionaria ya me va diciendo que no con la cabeza, se lo ruego, niega, se lo pido por favor, niega, ya le pido explicaciones, se empieza a cansar y arranca una hoja que tiene pegada en la ventanilla y me la da,
- Ahí están las normas donde lo dice y sino en el cartel de la entrada – leo el papel y no lo pone, me voy al cartel y tampoco.
En ese momento se abre la puerta y asoma Andrea, con la mirada la expulso de la sala. Vuelvo a la ventanilla.
- Eso no lo pone en ningún sitio.
- Pues son las normas aunque no aparezca ahí.
- Por favor, que son 1300km a lima – creo que la ha dado algo de pena, ha mirado a la compañera – por favor, que yo tuve una novia ecuatoriana y no me quiso traer, y desde entonces siempre he querido venir – está sonriendo.
- Que traidora, y porque no lo trajo, no le quería a usted?
- Siii, pero bueno no se dio. Ella es de Manabí, me han dicho que allí las playas y la comida son estupendas.
- Mi supervisora es manabita – y mira a su compañera. Es una chica guapísima, nos sonreímos. Le pongo cara de cordero degollado.
- Por favor no me hagas hacer el camino hasta lima, es muy lejos, Cuenca está aquí al lado – sigo con mi carita de pena.
- Hay alguna manera de dejarle pasar? – le pregunta a la jefa, yo con la mirada le digo todo.
- Usted se compromete a ir a renovar antes de salir de Ecuador.
- Siiii, por supuesto, si hay que firmar un documento lo firmo, por favor, que guapas son ustedes.
- Vaya a la ventanilla peruana y que le pongan el sello de salida.
Me dan ganas de besarlas, de agradecimiento y porque son bonitas de verdad. La peruana me estampa el sello sin problema. Le doy mi pasaporte a la rubia ecuatoriana y la sonrío con agradecimiento, pone el sello y me desea feliz viaje. Y por fin se abren las puertas del paraíso.
¡Mi madrileño!
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