Amparito tenía un abuelito, a quien
quería entrañablemente. Era el padre de la mamá de Amparito, y amaba tanto a
ésta, que apenas sabía estar separada de él un solo momento. La niña no quería
menos a su abuelita.
Pero
su abuelito, se esforzaba para que la niña aprendiera los cuentos de la
abuelita.
La
pobre anciana apenas tenía vista, y, por tanto, no podía tomar parte en las
faenas de la casa. Para servir algo, hilaba lino para hacer telas, y lana para
hacer medias. Amparito acompañaba muchas veces a su abuelita, que la distraía
contándole fabulillas y cuentos que gustaban mucho a la niña, la cual los
conservaba en la memoria, y aprendía lo que se debe hacer y lo que no se debe
hacer para ser buena.
-¿Queréis
conocer, hermosas niñas, todo lo que aprendió Amparito de su abuelita desde ese
día en adelante: algunos cuentecitos de la abuela, por ejemplo? También vosotras
los conservaréis en la memoria y seréis siempre buenas; ¿No es verdad?
Escuchadlos a los abuelitos, no perdáis la oportunidad de ese regalo que tienen
para nosotros. Todas unas vivencias de decisiones acertadas y otras menos. Pero
son el reflejo de nuestros caminos y tenerlo sabido en algo muy importantísimo
para equivocarnos en menor medida.
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