Cada persona es única e irrepetible. Y hace a los demás su propia aportación. Nuestra mayor riqueza y mayor rasgo de igualdad es que somos diferentes: mujeres o varones, niños o mayores, de una u otra religión o cultura o país de origen, de distintas cualidades y opiniones,... La clave es reconocer la máxima dignidad de cada persona independiente de estas diferencias.
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