Al blues lo parió la cópula entre
un látigo y el vientre de una prisión.
Son House, el músico sin el cual
no hubieran existido los White Stripes (por citar un ejemplo menor y de escasa
importancia), estuvo internado en Parchman durante dos años. No está claro si
por contrabando o, como a él le gustaba alardear, por matar a una mujer. En una
fecha tan tardía como 2005 descubrieron una de sus grabaciones, Mississippy County Farm Blues.
Sólo hace falta escucharla para visitar Parchman, la cárcel donde nació la
música.
Parchman, por ejemplo. Una
antigua granja -es decir, otra forma de presidio- comprada por el Estado de
Misisipi en 1900 para encerrar a negros.
Los legisladores no estaban
dispuestos a perder los 80.000 dólares que costaron las 7.300 hectáreas
iniciales (se ampliaron pronto a 15.000) de terreno seco, agrietado, húmedo y
poblado de febriles mosquitos
del delta.
En 1905 la cárcel-empresa cerró
el año con unas ganancias de 185.000 dólares (equivalentes a unos 5 millones de
dólares de ahora). Era la
segunda fuente de ingresos de Misisipi, sólo superada por la
recaudación de impuestos.
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