El dolor familiar
El alcohólico es un
enfermo. Como el que padece una gripe, o una depresión, la persona adicta al
alcohol no tiene control sobre su condición. Y, en su ansia por beber, es
insensible a los sentimientos de sus familiares, para los que la vida en familia
es muchas veces una pesadilla de insultos, violencia e infidelidad, que acaba
con el matrimonio.
“Mi marido bebe cerca de media caja de
cervezas diariamente. Lo hace cuando llega a casa del trabajo (dependiendo del
turno de trabajo, empieza a beber y no come, solo bebe... empieza cerca de las 10:30
de la mañana o por la tarde y no para hasta que se acuesta, sobre las tantas.
Los fines de semana le es indiferente porque no tiene turnos fijo empiezan
cuando se levanta por la mañana, y se bebe una caja entera. (Cuando está
borracho) es tan cruel conmigo que tengo que salir de casa y me cierra la
puerta para que no pueda volver. Un invierno me cerró y tuve que pasar dos
horas en el frío.
Uno de los problemas es
que el alcohólico es impredecible y como nunca se sabe cómo va a reaccionar, es
común que sus familiares pasen mucho tiempo asustados, intentando determinar
cuál es su estado de ánimo para no provocar una situación violenta. Además del
abuso psicológico de los miembros de su familia, no son infrecuentes los casos
de abuso físico.
Uno de los síntomas de
esta enfermedad es, como indica Alcohólicos Anónimos “el
rechazo a pedir y aceptar ayuda y la creencia de que beber es necesario para
soportar los avatares de la vida”. Para el cónyuge, el alcoholismo es un
enemigo difícil de combatir. “Si
tu pareja te fue infiel es fácil pensar que fue una aventura y que se pasará...
pero una enfermedad como el alcohol, ¿cómo se puede competir con eso?”
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