Cinco eran los
caminos que antaño usaban los algecireños, o sus visitantes. Dos de ellos se
dirigían a Tarifa; a groso modo, uno por donde discurre en la actualidad
la nacional 340, y otro pegado a la costa. Otros dos tomaban dirección norte;
uno en busca de Los Barrios, y el otro hacia San Roque y
Gibraltar. Y el último, en dirección oeste, hoy día desaparecido y sólo
utilizado por senderistas, el que atravesaba nuestra hermosa sierra hacia a la
comarca de la Janda: El de La Trocha, o también llamado
antiguo camino a Cádiz.
El camino de La
Trocha, siempre ha pertenecido a ese ámbito de lo misterioso, pero histórico y
folclórico. Éste camino era una vía antiquísima por la que se accedía al
interior de la provincia de Cádiz. Posiblemente tenga un origen romano y fuera
un ramal secundario de la Vía VI, la Vía Heraclea. Muy
frecuentada en tiempos medievales, lo sería mucho más hasta la segunda mitad
del siglo XIX, cuando empezó a languidecer. Era un camino de herradura,
es decir, sólo apto para bestias; en algunos tramos empedrado, y por el que se
conseguía ahorrar un día de marcha a diferencia del camino costero. Además, y
por este mismo hecho, su trazado montuoso alejaba el peligro de las incursiones
de los piratas norteafricanos. Recomiendo la lectura del estupendo artículo de Angel
Sáez Rodríguez,“La Trocha,
una ruta por la sierra entre Algeciras y la Janda”, de donde
extraigo algunas citas históricas.
La ruta antigua
se iniciaba al parecer en la popular calle de la Fuentenueva,
bajaba hacia el río de la Miel, continuaba por la parte de Pajarete, y cruzando
la Rejanosa encaraba ya la sierra pegándose a la ladera sur de la Garganta
del Capitán, la cual sorteaba hasta llegar al Puerto de los Alacranes, por
el que se descendía hasta la Venta de Ojén… también, se puede empezar la ruta
en las casas que hay arriba de lo que fue el antiguo vertedero de Algeciras, en
la Barriada del Cobre. Para más datos ruteros, recorrimos unos 13
kilómetros entre ida y vuelta y tardamos unas 5 horas.
Para explicar como yo quiero la ruta, la he dividido
en tres partes. He aquí la primera, a vista de buitre leonado, la que nos lleva
al paso del Arroyo de la Fuente Santa.
Tras dejar
atrás una de las torres eléctricas del inevitable “cable de Tarifa” y algunas
parcelas, una de ellas en pésimo estado, nos vamos acercando al antiguo campo
de tiro, donde nuestros pretéritos quintos jugaban a la guerra. Estamos
andando a los pies de “Las Esclarecidas bajas”. ¿De dónde viene este nombre? Ni
idea, pero me encanta.
Entraremos
luego en los terrenos de lo que se conoce como Cortijo de Matapuercos,
que estuvo en actividad hasta la década de los sesenta del siglo pasado. Los
restos de muros, fuentes y abrevaderos y sobre todo los tres o cuatros enormes
chaparros que nos salen al paso son una muestra de la solera y antigüedad de
este paraje ¿A cuántos caminantes no habrán saludado?
Casi sin darnos
cuenta, siguiendo la curva del camino, entramos en otro rincón tradicional para
los algecireños: El huerto de los mellizos. Lugar que el mismo mapa
topográfico oficial “confunde” con el Ventorrillo de la Trocha,
pero no, las ruinas de este caserío probablemente sean los restos de otro
cortijo similar al de Matapuercos, y quizás de la misma fecha que los molinos
de la Garganta del Capitán, del siglo XVIII. Haciendo honor a su nombre aún
podemos degustar las naranjas que allí crecen. Doy fe de que están buenas.
Con el
regustillo ácido de las naranjas bajaremos la pendiente que nos conduce al arroyo
de la Fuente Santa.
Un buen lugar
para hacer un alto. Yo aprovecho para decirle a nuestro buitre leonado que nos
muestre la vista aérea del segundo tramo, el que va desde aquí al Puerto del
Viento.
Justo al cruzar
el arroyo, a mano derecha y a pocos metros debemos estar atentos a una arqueta.
La vereda que sube hacia la izquierda, señalizada con mojones de piedra, es la
que tomaremos. En ese trecho se apreciará el primer tramo empedrado de
consideración. No todo el camino de La Trocha estuvo pavimentado con piedras,
sólo los pasos más complicados; subidas, bajadas y zonas propensas a
enfangarse, se “adoquinaban”, para facilitarles la marcha sobre todo a los
equinos. Los peones camineros, o “verederos” eran los encargados de esta
labor, y eran pagados por empresarios del corcho o el carbón. El sistema era el
utilizado desde la antigüedad: se despejaba y nivelaba el terreno, se colocaban
grandes bloques en ambos márgenes y se rellenaba de cantos más pequeños el
espacio intermedio.
Una vez
ascendida la ladera continuaremos siempre hacia la derecha; hacia la izquierda
iríamos a la garganta de la Fuente Santa. En un pequeño llano nos encontraremos
con uno de los hitos más importantes del camino, ahora sí, señores del mapa
topográfico: El Ventorrillo de la Trocha. Entre el paso del tiempo,
la desidia de nuestras “autoridades” ante nuestro patrimonio y la pérdida de su
función original, hacen del Ventorrillo de la Trocha lo que es hoy día, un
rancho, más o menos adecentado, para los animales.
Al parecer, en
los alrededores de la actual carretera de las Corzas, existía otra venta
similar, y ya no había más vino ni café de pucherete hasta llegar a la Venta
de Ojén, a pocos kilómetros de Facinas y del camino de la Janda.
Poniéndonos de
nuevo la mochila, se afronta quizás la parte o tramo más confuso de La Trocha.
Aunque esté señalizado, la distancia que media entre el ventorrillo y el monte
que hay justo detrás es el que más puede hacernos dudar. El sentido a seguir es
ese; dirigirse en línea recta hacia el monte. Dejando en medio unos corrales,
a unos cien o doscientos metros, empieza a zigzaguear el camino hasta la cima.
Desde ese cerro
gozamos ya de buenas vistas de Algeciras y su bahía. Los antiguos viajeros
verían al fondo como dos pinceladas blancas, entre el azul del mar y
el verde del campo: las correspondientes dos villas, la nueva y la vieja, que
formaban nuestra ciudad. Hoy el “panorama” es bien distinto. Nos despedimos del
Ventorrillo.
También se
aprecian buenas vistas de nuestro pueblo vecino: Los Barrios. Esta
población también poseía su particular camino de la “Trocha”, su camino a Cádiz
por el que se ahorraba también casi un día de marcha. En su caso le denominaban
el camino del “Arenoso a Ojén” , y ascendía por la Garganta
del Prior hasta la Albarda, y de ahí a la Venta de Ojén.
El Arroyo del Salado o del Saladillo,
en este punto o cruce se deberá estar muy atentos a las señales, pues es donde
nos desviaremos para alcanzar el Puerto del Viento. La
dirección a seguir es, una vez más, a la derecha, al norte. Como su
nombre indica, es un tramo donde bate fuerte el viento de levante, cuando
lo hay.El Puerto del viento, y como se podrá observar cuando vosotros hagáis la
caminata, los brezos y jaras le ganan la batalla al alcornoque.
Aprovechemos
esta cota, la más alta que alcanzaremos en éste tramos, para convocar por
última vez a nuestro buitre leonado y mostrar el último tramo de la ruta.
En la otra
vertiente cambian las tornas, los alcornoques y quejigos vuelven a sembrar de
humedad y frescura el camino. Se aprecia la Sierra de la Palma, y se
intuye la carretera de las corzas, vía muy frecuentada por ciclistas.
Nos encontramos
en la parte alta del la garganta del Capitán. Por abajo discurre el arroyo
de Botafuegos, o de las Corzas; será por nombres bonitos. De aquí en
adelante el camino es espectacular. Adaptándose al terreno, La Trocha serpentea
hasta el Cobujón de las Corzas, una especie de gran embudo que
recoge todas las aguas de esa vertiente. Como ya he dicho, la humedad, la
sombra y la frescura dominan el ambiente.
llegamos al
paso del arroyo de Botafuegos. Aquí, perfectamente, se podría acabar la
ruta, pero nosotros decidimos continuar un poco más adelante, hasta llegar a la
carretera de las Corzas, unos setecientos metros más arriba. Antes, eso sí,
paramos a zamparnos el bocadillo. El fragor del agua era tan elevado que teníamos
que hablar casi a gritos.
Cruzando el
arroyo se accede al anteriormente mencionado Cobujón de las Corzas. En esta
parte hay que prestar mucha atención a las señalizaciones si no nos queremos
salir del camino trazado por otros compañeros senderistas. Aunque poco importa
si nos desviamos; acabaremos saliendo a la carretera de las corzas. La Trocha,
al parecer, pasaba junto al arroyo y se dirigía al puerto de los
Alacranes, el punto más alto antes de empezar a descender hacia La Janda.
En aquella zona vivieron varias familias en las décadas anteriores y
posteriores a la guerra civil. Eran los Canales, los Ruchos, los Rojas.
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