martes, 7 de mayo de 2013

Trastorno bipolar...




La descripción ofrecida en la propia Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10) o en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) no deja de ser en la mayor parte de los casos, una especie de descripción / listado de síntomas-tipo, insuficiente por sí misma si lo que se pretende es captar la complejidad de este tipo de trastornos y que la literatura científica es incapaz de reflejar en su totalidad. 


Cada individuo presenta su particular manifestación de la enfermedad. Algunas personas se caracterizan por presentar períodos de manía de baja intensidad, denominados como hipomanías, mientras que otros las sufren con extrema violencia. Otros pueden experimentar estados de ánimo depresivos durante períodos cortos de tiempo, mientras que otros se sumen en largos períodos de abatimiento. Incluso en algunas ocasiones, determinadas personas, pueden experimentar experiencias de carácter psicótico, como delirios o alucinaciones. 
Una de las mejores descripciones de lo que debe suponer vivir sufriendo un trastorno maniaco-depresivo,o, trastorno bipolar en la terminología psiquiátrica actual, es la ofrecida por el Dr. Kay Redfield Jamison (1993) en su obra ‘Touched With Fire: Manic-Depressive Illness and the Artistic Temperament’. El propio Dr. Redfield Jamison sufre este trastorno, por lo que conoce, de primera mano, de lo que está hablando.  
 
“La realidad clínica de la enfermedad maníaco-depresiva es bastante más letal e infinitamente más compleja de lo que la nomenclatura psiquiátrica –trastorno bipolar- es capaz de sugerir. Ciclos de estados de ánimo y energía fluctuantes sirven como telón de fondo a un constante cambio de pensamientos, conductas y sentimientos. La enfermedad ejemplifica los extremos de la experiencia humana. El pensamiento parece oscilar desde una psicosis o locura a patrones de pensamiento inusualmente claro y rápido, con asociaciones; pero, con asociaciones de ideas creativas, hasta desembocar en un embotamiento tan profundo que ningún tipo de actividad mental con sentido es capaz llegar. El comportamiento puede oscilar desde lo frenético, expansivo, bizarro o seductor hasta alcanzar el aislamiento, la inactividad y los impulsos peligrosamente suicidas. Los estados de ánimo oscilan erráticamente entre la euforia, la irritabilidad y la desesperación más absoluta. Las rápidas oscilaciones y combinaciones de los extremos anteriormente citados desembocan en una imagen clínica de intrincada y compleja textura...” 
 

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