domingo, 6 de enero de 2013

Cultura y virtud



¿Existe un ser que es el Padre creador de la vida? ¿Él ha animado los mundos?, esas estrellitas que relucen en las noches claras sobre nuestras cabezas; ¿Él ha encendido, dándole fuerza, vigor y hermosura, cuanto vemos en torno nuestro?, ¿Desde lo más pequeño a lo más grande, cuanto alcanzan los ojos y los sentidos hiere, obra suya es? Pero no creáis, sin embargo, que se ha entretenido en hacer cada cosa aisladamente, levantando, aquí montañas sobre los valles y allá, islas sobre las aguas del mar. No: su inteligencia soberana, infinita, infunde, en la Naturaleza, su soplo divino y lo somete a las leyes fatales, de conjunto armónico, que determinan y conservan renovando incesantemente la maravillosa máquina del Universo, en el tiempo y en el espacio sin fin.
Y lo mismo que, con su suprema voluntad, ha dado ser a tantas cosas grandes, a tantas cosas bellas, ha dado ser a nosotros dotándonos de un principio imperecedero, de la vida inmortal. Y en ese espíritu, que no destruye la muerte, le debemos amor y le debemos respeto a la vida de todas las personas.
Hablar por hablar sin saber  ni conocer los hechos, es la sin razón de la ignorancia.
Las opiniones no se pueden juzgar, pero hay que escucharlas. Los sentimientos hay que entenderlos, pero no pueden juzgar. Los hechos se juzgan.
Leyes de atracción son las que conservan el universo físico; leyes de amor son las que alientan a las almas; pero debéis tener entendido que las leyes divinas, no tienen nada que ver con las leyes del mundo fáctico. Lo mismo en el orden físico que en el moral, no producen la destrucción ni el odio, sino la conservación de la vida para ensañarse con ella. Y así los soles, en su vertiginoso rodar por los espacios, no chocan, no rompen el universal equilibrio de demostrar al mundo entero la verdad; así las almas destructivas de los personajes de “Vivencias en la Costa del Sol” que cree cada uno de ellos perceptibles, deben caminar ascendiendo al respeto de los hechos, ensanchando las órbitas de la cultura y de la virtud, porque sin cultura, educación y conciencia agotarán lo que  por nacimiento se les ha dado.

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