¿Existe
un ser que es el Padre creador de la vida? ¿Él ha animado los mundos?, esas
estrellitas que relucen en las noches claras sobre nuestras cabezas; ¿Él ha
encendido, dándole fuerza, vigor y hermosura, cuanto vemos en torno nuestro?, ¿Desde
lo más pequeño a lo más grande, cuanto alcanzan los ojos y los sentidos hiere,
obra suya es? Pero no creáis, sin embargo, que se ha entretenido en hacer cada
cosa aisladamente, levantando, aquí montañas sobre los valles y allá, islas sobre
las aguas del mar. No: su inteligencia soberana, infinita, infunde, en la
Naturaleza, su soplo divino y lo somete a las leyes fatales, de conjunto
armónico, que determinan y conservan renovando incesantemente la maravillosa
máquina del Universo, en el tiempo y en el espacio sin fin.
Y
lo mismo que, con su suprema voluntad, ha dado ser a tantas cosas grandes, a
tantas cosas bellas, ha dado ser a nosotros dotándonos de un principio
imperecedero, de la vida inmortal. Y en ese espíritu, que no destruye la
muerte, le debemos amor y le debemos respeto a la vida de todas las personas.
Hablar
por hablar sin saber ni conocer los
hechos, es la sin razón de la ignorancia.
Las
opiniones no se pueden juzgar, pero hay que escucharlas. Los sentimientos hay
que entenderlos, pero no pueden juzgar. Los hechos se juzgan.
Leyes
de atracción son las que conservan el universo físico; leyes de amor son las
que alientan a las almas; pero debéis tener entendido que las leyes divinas, no
tienen nada que ver con las leyes del mundo fáctico. Lo mismo en el orden
físico que en el moral, no producen la destrucción ni el odio, sino la
conservación de la vida para ensañarse con ella. Y así los soles, en su
vertiginoso rodar por los espacios, no chocan, no rompen el universal
equilibrio de demostrar al mundo entero la verdad; así las almas destructivas
de los personajes de “Vivencias en la Costa del Sol” que cree cada uno de ellos
perceptibles, deben caminar ascendiendo al respeto de los hechos, ensanchando
las órbitas de la cultura y de la virtud, porque sin cultura, educación y
conciencia agotarán lo que por
nacimiento se les ha dado.
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