domingo, 21 de abril de 2013

«Dios ha muerto»


Hablamos de la dualidad de lo apolíneo contra lo dionisíaco. Aunque no descarta por completo la regencia de lo apolíneo en la vida como ha sido heredada, particularmente desde la modernidad, se inclina por resaltar y adoptar una postura en esta línea de lo dionisíaco. En ello consiste precisamente su crítica a la sociedad contemporánea y éste será el hilo conductor que permea de forma constante su obra y su vida.

Durante trece años disfrutó allí, sin cansarse, de su espíritu y de la soledad, hasta que al fin se transformó su corazón. Una mañana se levantó al iniciarse el alba, y plantándose frente al sol le habló así:

¡Oh! ¿Cuál sería tu dicha si no tuvieras a quienes iluminar? Hace trece años que llegas hasta mi caverna y te hubieras cansado de tu luz y de tu camino si no me tuvieras mí, a mi águila y a mi serpiente. Cada mañana te esperamos para beneficiarnos con tus pródigos rayos y bendecirte por ellos. Pero aquí que me he hastiado de mi sabiduría, como la abeja que ha elaborado excesiva miel. Ahora necesito manos que se me tiendan. Quisiera dar y distribuir hasta que los sabios entre los hombres de nuevo estén gozosos de su locura, y los pobres, dichosos de su flaqueza. Por eso debo descender yo a las profundidades como lo haces tú por la tarde, cuando te hundes detrás se los mares para llevar tu luz al otro lado del mundo, ¿oh astro esplendoroso! Debo desaparecer como tú, acostarme, como dicen los hombres hacia los cuales quiero descender. ¡Bendíceme, ojo sereno, tú que puedes contemplar sin envidia hasta la dicha que no tiene límites! ¡Mira esta copa que está ansiosa por vaciarse nuevamente! ¡Mira a esta persona que quiere recomenzar a ser humano!



 

“¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar? “¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!”. Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron la risa.

El loco se encaró con ellos, y clavándoles la mirada, exclamó: ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos.
Pero ¿Cómo hemos podido hacerlo?

¿Cómo pudimos vaciar el mar?

¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte?

¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la órbita del sol?

¿No caemos sin cesar?

¿No caemos hacia adelante, hacia atrás, en todas direcciones?

¿Hay todavía un arriba y un abajo?

¿Flotamos en una nada infinita?

¿Nos persigue el vacío?

¿No hace más frío?

¿No veis de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre?

¿Qué agua servirá para purificarnos? La enormidad de este acto, ¿No es demasiado grande para nosotros?”

Friedrich Nietzsche en La Gaya ciencia.[

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