Se trata de una capacidad activa, no
una nueva fuerza inercial. Es decir, que no olvidamos las cosas por simple
inercia, sino debido a que nuestra capacidad de olvido actúa activamente para
que olvidemos, seleccionando la mayoría de nuestras experiencias, que pasan a
ser olvidadas, y dejando sólo unas pocas. Se compara esta facultad con
la digestión y asimilación de alimentos: al igual que de los alimentos que
ingerimos sólo una pequeña parte es asimilada por el organismo y pasa a la
sangre, así ocurre también con todas nuestras experiencias: sólo una pequeña
parte son digeridas y asimiladas y el resto se olvida.
Además, que olvidar es necesario para mantener el equilibrio anímico, es
decir, la salud psicológica. Siguiendo la metáfora de la digestión, dice que
aquella persona a la que le falla la facultad del olvido es comparable a una
persona que no hace bien las digestiones, y su estómago no evacua bien,
acumulándose la comida y los gases.
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