miércoles, 26 de febrero de 2014

La importancia de los cristianos: La absolución antes de morir.


Una noche de hace siglos, un sacerdote apellidado Aparicio, El estaba cenando en casa de una noble familia, y de repente los criados le avisaron al sacerdote que un par de hombres tocaron a la puerta rogando por su presencia.
Él los atendió, le avisaron que una moribunda necesitaba confesión y los acompañó hasta un carruaje, que lo transportó a un barrio poco poblado hasta casa en ruinas bloqueada con tablones en las ventanas. Cuando tocaron la puerta una ancianita andrajosa y llorosa con una vela en la mano salió a recibirlo y le indicó subir al piso superior donde él encontró a una joven muchacha con fiebre, con vestido de terciopelo y una diadema en la cabeza, acostada sobre un petate; se dice que esta mujer era muy hermosa. Escuchó su confesión, seguro le contaba cosas terribles porque el padre sudaba frío y daba sobresaltos al escucharla. Después de absolverla de sus pecados, ella se debilitó al bajar los escalones, los superiores se derrumbaron. En el piso inferior no encontró a la ancianita y afuera de la casa ya no estaba el carruaje, al cual nunca escuchó marcharse, por lo que decidió regresar a la casa, pero ésta comenzó a cerrarse, y aunque él quiso detenerla, no pudo; de pronto, escuchó un alarido, una voz hueca que hubiese puesto los cabellos de punta hasta al más valiente.
El sacerdote, asustado, regresó presurosamente a pie a casa de sus anfitriones, a quienes contó lo sucedido. Después se percató de que no traía consigo su rosario ni su pañuelo blanco, de modo que el señor de la casa, ordenó a dos de sus criados que fueran por ellos a aquella casa. Cuando regresaron, dijeron que, aunque insistieron tocando la puerta nadie les abrió. El cura extrañado afirmó que él había ido a esa casa y que dejó olvidados su rosario y su pañuelo blanco por lo que el anfitrión propuso que al día siguiente se reunirían para ir a dicha casa.
Al día siguiente se encaminaron a la casa e insistieron varias veces, pero nadie les abrió, por lo que un anciano se acercó y les dijo que hacía mucho tiempo que nadie habitaba esa casa, por lo que mandaron a traer a un herrero quien forzó la puerta. Entraron, pero no vieron a nadie, todos se asombraron cuando encontraron el rosario y el pañuelo del cura. Posteriormente vieron que del suelo salía un trozo de terciopelo. Los criados escarbaron y dentro de un ataúd encontraron un cadáver con un vestido terciopelo y con una diadema.
Desde entonces, el sacerdote se volvió introvertido, oraba a altas horas de la noche y padeció de insomnio. Nunca confesó el nombre de la muerta, ni lo confesado, por la ética de su oficio. Y Más allá de lo esperado, un día el padre recordó aquella ruinosa casa en la que había entrado, decidió volver porque él sentía que algo lo estaba llamando y que algo se le olvidaba, pues cuando iba de salida un hermoso carruaje como el que lo había llevado, apareció y el confiado se subió, lo llevo hasta eso ruinosa casa, pero al parecer estaba muy arreglada de repente el entra y lo recibe una joven muy hermosa y él le hallaba un parecido entre la viejecita que había visto antes, entonces le dijo por acá es, el encontró su vestimenta que utilizaba para dar misas... el se asusto pero se quedo hay, solo observaba y parecía que alguien lo vigilaba salió una viejita muy pálida y con muchas cortadas, le dijo que quería que la confesara, en la confeso sin saber lo que pasaba, de repente debajo de la alfombra y la madera salía un vestido de terciopelo y una diadema, el recordó que estaba donde confeso a la jovencita, el asustado trato de escapar pero ya nunca salió dicen que detrás de la montaña se oyen gritos de un joven pidiendo ayuda desesperadamente, y que hay muchas gotas de sangre y que si sigues el rastro él se te aparece tal y como lo dejaron.

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