miércoles, 4 de septiembre de 2013

Parte de la vida IV-La humanidad-La Sociedad-Kilín, el ciego.


Por rara ventura, el niño Marcial salió de paseo con el médico D. Matías.

        Y veréis si fue aprovechada la excursión.

        A la vuelta de un promontorio, conforme se iniciaba el declive del pintoresco vallecito que los naturales llamaban Pradería, tropezáronse con el ciego Kilín.

        Sin duda no era ese su nombre; pero en todos aquellos andurriales no le conocían por otro. Quizás le pusieron Kilín los que así empezaron a llamarle, porque tan misteriosa como su procedencia era su figura.

        Marcial no le había visto nunca hasta entonces, y se quedó sorprendido, mudo.

        Kilín, de pie, la cabeza desnuda, alta y enflaquecida, la faz entre amarillenta y requemada por el sol, parecía una estatua.

        Don Matías dejó transcurrir algunos minutos, y después, saludando cariñosamente a Kilín, estuvo conversando con él largo rato. Antes de retirarse. Le preguntó:

        -¿Qué tal, querido? ¿Han pasado por aquí muchas almas buenas?

        Buenas lo son todas-repuso el ciego;-pero muy pocas como la de Usted. Sin embargo, no puedo quejarme: me han dado lo suficiente para cenar esta noche y no volver mañana al camino sin el desayuno.

        Despidióse el doctor dándole palmaditas amistosas, y Kilín le cogió una mano y la apretó efusivamente entre las suyas.

        Cuando estuvieron un poco apartados del infeliz, Marcial, no pudiendo contenerse, exclamó:

        -¿Cómo es, Don Matías, que ese hombre está tan reconocido a Usted., y le llama más bueno que los que le han dado para la cena de esta noche y el almuerzo de la mañana?

        Sonrió el médico y le contestó:

        Ese que has visto es uno de los seres más desgraciados, sencillamente por ser ciego. Necesita la limosna para mantenerse; también la necesitan el lisiado y el tullido, y, sin embargo, no son tan infelices como él.

        -Pues…dispénseme Usted., D. Matías: no lo entiendo.

        -Si hombre: el lisiado no puede ganar el sustento utilizando sus miembros, y necesita que le socorran; otro tanto le ocurre al tullido, y el ciego…

        -Y el ciego me parece que se halla en el mismo caso-interrumpió Marcial.

        -Perfectamente; pero el tullido y el lisiado poseen un sentido inapreciable, que pone directamente en comunicación su alma con la naturaleza, y pueden gozar de sus encantos. Ni uno ni otro necesitan tanto como el ciego la sociabilidad, es decir, el contacto de gentes que eviten el aislamiento total de su vida. ¿Te haces cargo?

        -Quiere decirse que el ciego está más solo.

        -El ciego vive, ¿Cómo te diré?, dentro de sí mismo, y por eso ansía la única comunicación del exterior que le consuela: la voz humana. De ahí que Kilín, con quién yo paso muchos ratos, agradezca tanto o más mi palabra que el dinero de los transeúntes, quienes le dan una moneda y se alejan, dejándole ensimismado en sus tristes reflexiones.

        Algunos días después, el padre de Marcial, hablando con D. Matías, se lamentaba de que el niño hubiera sufrido un cambio en sus costumbres:

        -Antes, no salía de casa sino raramente, y ahora pasa largas horas fuera de ella.

        -¿Y no ha averiguado Usted., a dónde va?

        -¿Dónde? A jugar con sus camaradas, sin duda. Pero, por otra parte, no puedo quejarme, porque cumple todos sus deberes y no abandona sus estudios. Al revés, me parece verle más aplicado que nunca.

        Sonrió el médico, y cambiando de conversación, condujo a su amigo hacia el sitió donde se hallaba Kilín.

        Allí encontraron a Marcial, sentado junto al ciego y conversando con él, como hubiera podido hacerlo con el más querido de sus camaradas.

        Antes de que el padre volviera de su sorpresa, exclamó el médico:

        -¿Qué tal, Kilín? ¿Han pasado muchas almas buenas?

        -El ciego, al oír la voz de D. Matías se puso de rodillas y dijo profundamente emocionado:

        -¿Pero, qué ha visto Usted., en mí, mi querido doctor, para mandarme un ángel todos los días? El me habla de todo lo hermoso y de todo lo bueno que hay en la obra de Dios, y ya no siento la ceguera.

        -Bien, muchacho, bien- contestó el médico.- Has entendido perfectamente el amor que debes al prójimo.

        Y, dirigiéndose al padre, añadió:

        -Ahí tiene Usted., explicado, seguramente, por qué estudia más el buen Marcial: porque viene todos los días a dar su lección a Kilín, y así, además del mérito de su buena obra, tendrá otro premio en la sabiduría que, con su cristiana labor, adquiere todos los días.

        El bien que hacemos al desgraciado redunda siempre en nuestro propio beneficio.

        No sólo necesita pan el pobre, sino que también cariño.

        Preceptos morales:

        ¿Quiénes salieron de paseo? ¿A quién encontraron?

        ¿Qué hablo el médico con Kilín?

        ¿Qué llamo la atención a Marcial?

        ¿Qué dijo el médico, referente a los ciegos, a los tullidos y a los lisiados? ¿Qué sucedió días después?

        ¿Qué concepto os merece la acción del niño Marcial? ¿Qué sentimientos demostró?

        Lenguaje:

        ¿Promontorio?

        ¿Declive?

        ¿Vallecito?

        ¿Andurriales?

        ¿Lisiado?

        ¿Tullido?

        Los encantos de la naturaleza: ¿Qué encantos son éstos?

        ¿Transeúntes?

        ¿Ensimismarse…ensimismado?



DECÁLOGO DEL COMPORTAMIENTO CIUDADANO ANTE LA PRESENCIA DE UN PERRO-GUÍA (soy los ojos de una persona)

No me des de comer ni me llames cuando estoy trabajando. Los silbidos me distraen.

Si quieres saludarme pregunta primero a la persona.

No dejes tu perro suelto cerca de mí. Intenta controlarle.

Para dar una indicación a mi dueño, no tires de la correa ni me agarres del arnés.

Recuerda que soy los ojos de una persona. No impidas mi paso a los establecimientos ni transportes. La ley me ampara.

No me tengas miedo. Ni soy agresivo ni transmito enfermedades.

Si cuando vas conduciendo ves que intento cruzar, ten precaución y para a una distancia suficiente para no asustarme.

Facilítame una ubicación cómoda en los transportes públicos.

Somos perros limpios. El pipí y las cacas siempre lejos de las aceras en los lugares adecuados.








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