Dos
camaradas, dos amiguitos, Luis y Antonio, riñeron una vez por fútiles
pretextos. Sin embargo, el disgusto pudo tener consecuencias fatales.
Luis era
un muchachote robusto, bien desarrollado, ágil y fuerte. Antonio tenía,
aproximadamente, la edad de su amigo; pero su crecimiento había sido muy
rápido, y, por esta causa seguramente,
parecía menos vigoroso. El carácter y el temperamento diferenciábanse también:
vivo y displicente presentábase el segundo en todas ocasiones; manso, servicial
y condescendiente, el primero. A estas virtudes de Luis debíase la buena
armonía que, hasta entonces, había existido entre ambos muchachos.
El caso
es que riñeron, y, al reñir, todos los defectos de Antonio se manifestaron con
insoportable terquedad.
Luís
lamentaba el enfado que le apartaba de su amigo, a quien seguía queriendo
profundamente. Antonio, por lo contrario, no perdía ocasión para mortificarle, para
escarnecerle. Dispensábale y sufría en silencio Luís la injusta persecución,
con esto, Antonio se ensoberbecía.
Pero
llegó a ser tan mortificante el insulto, que, cierto día en que el fatuo estaba
verdaderamente insufrible, exclamó Luís perdiendo la paciencia:
-¡Mira
que voy a hacerte daño!
¿Habéis
visto, alguna vez, uno de esos perrazos enormes, contemplar, desdeñosamente, al
diminuto falderillo que le ladra? Pues eso hizo Antonio al oír tales palabras;
sólo que no fue tan noble ni tan frío como el can de que os hablo, y soltando
una estrepitosa carcajada, repuso con desprecio:
-¿Quién,
tú? ¡Pobre enanito! ¡Si te pongo la mano sobre la cabeza, te reduzco al tamaño
de una hormiga! ¡Virgen santa! ¿Qué pasaría por el alma del humilde Luís,
cegándole y encendiéndole la sangre, para que perdiera su aplomo y mansedumbre?
Cogió al
engreído, y, como, según os he dicho antes, aunque más corto de talla era más
forzudo y vigoroso, al primer empuje derribóle por tierra. Ciego todavía,
apretóle con la rodilla en el pecho; pero viéndole impotente y débil, sintióse,
de súbito, lleno de misericordia y piedad para con el vencido.
-Levántate-le
dijo triste y amorosamente.-¿Te hice mal? Arregla tus ropas.
Antonio
se levanto, sí; pero en vez de agradecer aquel rasgo generoso, se alejó sin
contestar palabra, avergonzado y
corrido, además mordiéndose, rabiosamente, los puños.
¿Y no es
verdad, amigos míos, que obró tan mal siendo soberbio y provocativo porque se
creía fuerte, como dejándose arrastrar por el despecho, al verse vencido y
perdonado?
Pon tu
fuerza al servicio de la amistad, y no la
utilices jamás para ensañarte con el débil.
La
generosidad aumenta la victoria del fuerte; y el abuso de su poder la
empequeñece.
Preceptos
morales:
¿Por qué
riñeron Luís y Antonio?
¿Qué
diferencias físicas y de carácter distinguían a ambos niños?
¿Cuál de
los dos os parece más bueno? ¿Por qué?
¿Era
reprensible la conducta de Antonio?
¿Cómo
respondió Luís a las provocaciones de Antonio?
-En la
lucha ¿demostró Luís su bondad y nobleza?
¿Qué
demostró, por lo contrario, Antonio?
¿Qué
preceptos debemos tener presentes?
Lenguaje:
¿Cosa
fútil? ¿Lo contrario de fútil?
¿Vigoroso?
¿Lo contrario de vigoroso?
¿El
temperamento?
¿Terquedad?
¿Ensoberbecerse?
¿Lo contrario de soberbio?
¿Aplomo?
¿Mansedumbre?
¿Engreído?
¿Despecho…despechado?
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