Ya os he
dicho, amigos míos, que el hombre no debe ser soberbio, juzgándose superior a
su semejante, y que tampoco debe abusar de sus fuerzas con el débil; sino,
antes bien, mostrarse magnánimo y generoso, como hizo el nobilísimo Luís.
Y si no,
ya veréis cómo la vida, con sus continuas mudanzas, vino a confirmar por los
hechos, que son grandes maestros, la saludable lección.
Ya eran
hombres los que, en el dulce loquear de la infancia, jugaron la leyenda del Mal
y del Bien; y los años y las vicisitudes modificaron la naturaleza de ambos y
los sentimientos del menos noble.
Fue
Antonio al servicio de las armas, y la útil ruda gimnasia del cuartel facilitó
su desarrollo; desapareció el encanijamiento, fortaleciéronse sus músculos.
De
regreso al pueblo, cumplido su deber, iba pensando en todo lo que había dejado
al partir; la vista de la tierra querida, el puntito lejano que dibujaba el
viejo campanario en el horizonte, despertaban su espíritu con arrullos
amorosos.
Porque
vosotros no sabéis, si no os habéis alejado del regazo de vuestra madre ni
habéis perdido el calorcillo de la casa, qué emociones embargan el ánimo,
cuando se vuelve a los lindes en que se deslizó nuestra edad feliz: todo, hasta
la hierba que pisamos, nos habla de cosas íntimas y dulces.
A medida
que Antonio se acercaba al pueblo, las cosas y los hechos de su edad de niño
aparecían en su memoria con fidelidad inesperada, y se gozaba tanto en sus
recuerdos, como con la dulce esperanza de abrazar prontamente a la madrecita de
su corazón.
¿Cómo no
recordar, pues, al que fue su amigo querido, a Luís, y los hechos culpables que
de tan excelente compañero le habían distanciado? ¡Oh, sí! Y se avergonzaba de
aquel orgullo que le había impedido, durante tantos años, abrir sus brazos al
perdón y a la concordia.
-¡Pobre
Luís!- pensaba Antonio.-Fue compasivo con mi debilidad, y yo opuse a su
grandeza de alma mi inconcebible ingratitud.
Tan
abstraído andaba meditando así, que, sin darse cuenta, por poco tropieza con un
cuerpo tendido junto al camino. ¡Figuraos su asombro, cuando reconoció a Luís
en aquella masa inerte!
Sí, era
Luís, pálido, demacrado, con las carnes flácidas, huesoso, quizás muerto. Era
Luís, que por consecuencia de una grave enfermedad, había perdido toda su
antigua lozanía.
Por
fortuna no estaba más que desmayado. ¿Y qué diréis que hizo Antonio?
Palpitándole el corazón de pena y alegría a un tiempo, cogióle tierna y
delicadamente y le llevó hasta la primera casita, donde le prodigaron solícitos
cuidados y se atendió a cuanto era menester.
¡Qué
conmovedora escena, cuando Luís recobró el sentido! ¡Cuánta alegría la de éste,
que seguía siendo noble y grande de corazón, al reconocer a su amigo y
enterarse de su abnegado comportamiento!
Con
lágrimas en los ojos, abrazados a él y besándole la frente, balbuceó Antonio:
-¿Me
perdonas? ¡Bendito Dios, que me ha permitido demostrarte, Luís amigo, la
sinceridad de mi arrepentimiento!
Y entre
lágrimas y abrazos, sellóse nuevamente una amistad, que les unió hasta los
últimos días de su vida.
Debemos
recordar los beneficios recibidos y corresponder a ellos dignamente.
Las
buenas obras son como el oro; no pierden nunca su valor.
Preceptos
morales:
¿Qué
significa la palabra reconciliación?
¿Qué era
de Antonio y de Luís?
¿Quién
regresaba a su pueblo? ¿Cuándo?
¿Qué
recordaba Antonio al regresar a su pueblo? ¿Qué hecho importante recordó
también?
¿Qué
sucedió a Antonio cuando andaba distraído con sus pensamientos? ¿Qué hizo con
Luís?
Describid
la escena que se desarrolló cuando Luís recobró el conocimiento.
Lenguaje:
¿Magnanimidad…magnánimo?
¿Vicisitud?
¿Encanijamiento?
¿Músculos?
¿Horizonte?
¿Arrullar…arrullo?
¿Lindes?
¿Compasivo?
¿Lo contrario de compasivo?
¿Ingrato?
¿Lo contrario de ingrato?
¿Abstraído?
¿Masa
inerte?
¿Carnes
flácidas?
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