jueves, 19 de marzo de 2015

"Feliz día del padre "Parte de la vida I-El individuo-La familia: Buena hermana.



        No tenía Inesilla más allá de trece años, y como la salud de su madre era, tiempo hacía delicadísima, la niña debía atender a todos los quehaceres de la casa.

        Era Inés una mujercita, y daba gusto verla tan diligente, tan afanosa para con sus padres y sus hermanitos.

        Éstos eran chiquitines, y naturalmente, necesitaban cuidados especiales y un caudal inagotable de cariño, que sólo, parece, puede atesorar el corazón de una madre. Sin embargo, cuantos conocían a la buena Inés, sabían que sus hermanos poseían el inapreciable tesoro de  una segunda madrecita.

        Los cuidados de la ciencia no pudieron contener los progresos de la enfermedad, y la desgraciada señora falleció, sumiendo a su familia en pesar amargo.

        -Inés, hija mía- le dijo su papá sin poder contener las lágrimas que brotaban de sus ojos- por la memoria de esta santa que nos deja para siempre, sé una verdadera madre para tus hermanos; que yo no deba pensar jamás en que otra mujer les atienda y acaricie.

        -Yo sabré cumplir con mis deberes, padre mío- le contestó Inés arrojándose a sus brazos.

        Pasaron tres años sin que Inés desmayase un solo instante, sin que la niña dejase de cumplir, con creces, la promesa que hizo a su papá ante el frío cadáver de su madre. Jamás se vio a una familia mejor atendida; jamás niña alguna ha sabido prodigar a sus hermanitos tanto cariño, tantos cuidados y consuelos. Inés era la admiración de todo el pueblo, sobre todo desde que fue público y notorio que sus hermanos eran ingratos con su afanosa madrecita, a pesar de las amonestaciones de su papá.

        Cierto día, Alfonso, el mayor de ellos, tuvo el atrevimiento de golpear a la joven, de quien tantos beneficios recibía. El padre, indignado, hubiera descargado sobre él un castigo ejemplar, si la buena Inés no hubiese intercedido a favor del culpable.

        -¡Ingrato! ¡Ingrato!- le dijo el padre. –No tienes perdón de Dios si tu alma no siente el remordimiento.

        -¡Agradece a tu santa hermana que no haya debido daros una madrastra!

¿No recuerdas a tu madre? ¿No la quieres todavía? ¿Quieres que te maldiga desde el cielo?

-¡Perdón, perdón, Inés!- sollozó Alfonso abrazando a su bondadosa hermana.

Y la buena niña castigó al arrepentido, depositando en su frente un beso amorosísimo.

La ingratitud es una falta aborrecible que nunca queda sin castigo.

        Nada más indigno de alabanza que el arrepentimiento firme y sincero.

Preceptos morales:

¿De qué niña hemos hablado? ¿Cuáles eran sus ocupaciones? ¿Por qué?

¿Qué desgracia experimento la familia?

¿Qué suplico su padre a Inés? ¿Qué demostró su padre con esta súplice? ¿Correspondió la niña a los deseos de su papá? ¿Por qué?

Los hermanos de Inés ¿eran agradecidos? ¿Qué sucedió cierto día? ¿Qué dijo el padre del ingrato Alfonso? ¿Cómo obro, entonces, Alfonso? ¿Y la buena Inés?

Lenguaje:

¿Caudal de cariño?

¿Qué significa, aquí, la palabra caudal?

¿Acaudalado?

¿Tesoro…tesorero…tesorería?

¿Atesorar? ¿Lo contrario de atesorar?

¿Interceder?

¿Madrastra?

No hay comentarios:

Publicar un comentario