“Un Dios compatible con la
ciencia”.
Actualmente nadie puede demostrar la existencia o inexistencia de un creador del universo. Así que ambos casos son probables. La probabilidad que se asigne a dicha existencia depende de cada quien, sin embargo afirmar que es cero (ateos) es tan dogmático como afirmar que es uno (creyentes). Por ello, sin aceptar o negar su existencia, puede uno preguntarse qué características podría tener dicho creador para que fuera compatible con todo lo que científicamente conocemos del universo, de la naturaleza y de nosotros mismos. La respuesta podría ser:
Si acaso existe Dios y creó este maravilloso universo, debe ser todopoderoso, sabio, lleno de bondad y de justicia. Él sería muchísimo más grande que los "libros sagrados" de todas las religiones (plagados de errores, falsedades, contradicciones y absurdos), y habría creado las leyes naturales que conducen a todos los impresionantes fenómenos que observamos a nuestro alrededor, incluyendo al ser humano (con su libre albedrío, su consciencia y su uso de razón; cuyo esclarecimiento constituyen un enorme reto para la Ciencia).
El ser humano puede decidir su papel en la naturaleza, desde su convivencia armoniosa hasta su autoeliminación. El creador podría medir el grado de apreciación y comprensión que tenemos de su obra, y estaría identificando a los inocentes y a los culpables del sufrimiento y la destrucción de la tierra (clérigos incluidos).
Ser bueno es, simplemente: no dañarse a sí mismo, ni a los demás, ni a la naturaleza (con esto estarían de acuerdo los dioses de todas las religiones). Y, si Dios existe, castigará a los malos, no a los buenos, crean o no crean en él, pues de otra manera sería un Dios vanidoso, intolerante e injusto.
Pero, si ese magnificente Dios existe, puede uno preguntarse:¿envía Él los desastres naturales (temblores, erupciones, huracanes, inundaciones, sequías, etc.) en los que tanta gente inocente muere o queda desamparada?
La respuesta sería que, al igual que con las enfermedades y los accidentes, esa es su manera de decirnos que debemos estar preparados, como individuos y como sociedad, para convivir con la naturaleza; que debemos conocerla muy bien científicamente para poder evitar y combatir las enfermedades, prevenir accidentes, y poder prever y actuar en los desastres naturales. Debemos, además, ser buenas personas en todo momento, así siempre estaremos listos para la hora de partir.
Vemos entonces que para tener una vida plena y feliz, sin prejuicios ni temores, basta con ser buenos, esforzarse por conocer el mundo real, y construir sociedades justas y humanitarias que aprovechen y respeten la naturaleza.
Esta podría ser la base de una Religión Científica, que unifique a todas las demás, que haga a un lado la intolerancia, que acabe con tanta secta peligrosa y absurda, y elimine la superstición y charlatanería que tanto engaña y perjudica a la gente. (Esto es solamente una sugerencia para las religiones existentes actualmente)
Las anteriores conclusiones se basan en la experiencia, uso de razón, sentimientos, y conocimientos. Este probable Dios Científico, compatible con todo nuestro conocimiento científico del mundo y de nosotros mismos, no exige que se crea en él ni que se le esté agradeciendo ni alabando continuamente, ni requiere intermediarios; únicamente nos pide conocer y respetar su obra (nosotros incluidos). De esta manera no habría diferencia entre creyentes, escépticos, agnósticos, ateos, clérigos y científicos; solo la habría entre buenos y malos (con sus respectivos matices).
El problema no es Dios, sino las religiones y sus clérigos fanáticos.
Gracias
por tan bello escrito“ Ad Gut-Gar.Actualmente nadie puede demostrar la existencia o inexistencia de un creador del universo. Así que ambos casos son probables. La probabilidad que se asigne a dicha existencia depende de cada quien, sin embargo afirmar que es cero (ateos) es tan dogmático como afirmar que es uno (creyentes). Por ello, sin aceptar o negar su existencia, puede uno preguntarse qué características podría tener dicho creador para que fuera compatible con todo lo que científicamente conocemos del universo, de la naturaleza y de nosotros mismos. La respuesta podría ser:
Si acaso existe Dios y creó este maravilloso universo, debe ser todopoderoso, sabio, lleno de bondad y de justicia. Él sería muchísimo más grande que los "libros sagrados" de todas las religiones (plagados de errores, falsedades, contradicciones y absurdos), y habría creado las leyes naturales que conducen a todos los impresionantes fenómenos que observamos a nuestro alrededor, incluyendo al ser humano (con su libre albedrío, su consciencia y su uso de razón; cuyo esclarecimiento constituyen un enorme reto para la Ciencia).
El ser humano puede decidir su papel en la naturaleza, desde su convivencia armoniosa hasta su autoeliminación. El creador podría medir el grado de apreciación y comprensión que tenemos de su obra, y estaría identificando a los inocentes y a los culpables del sufrimiento y la destrucción de la tierra (clérigos incluidos).
Ser bueno es, simplemente: no dañarse a sí mismo, ni a los demás, ni a la naturaleza (con esto estarían de acuerdo los dioses de todas las religiones). Y, si Dios existe, castigará a los malos, no a los buenos, crean o no crean en él, pues de otra manera sería un Dios vanidoso, intolerante e injusto.
Pero, si ese magnificente Dios existe, puede uno preguntarse:¿envía Él los desastres naturales (temblores, erupciones, huracanes, inundaciones, sequías, etc.) en los que tanta gente inocente muere o queda desamparada?
La respuesta sería que, al igual que con las enfermedades y los accidentes, esa es su manera de decirnos que debemos estar preparados, como individuos y como sociedad, para convivir con la naturaleza; que debemos conocerla muy bien científicamente para poder evitar y combatir las enfermedades, prevenir accidentes, y poder prever y actuar en los desastres naturales. Debemos, además, ser buenas personas en todo momento, así siempre estaremos listos para la hora de partir.
Vemos entonces que para tener una vida plena y feliz, sin prejuicios ni temores, basta con ser buenos, esforzarse por conocer el mundo real, y construir sociedades justas y humanitarias que aprovechen y respeten la naturaleza.
Esta podría ser la base de una Religión Científica, que unifique a todas las demás, que haga a un lado la intolerancia, que acabe con tanta secta peligrosa y absurda, y elimine la superstición y charlatanería que tanto engaña y perjudica a la gente. (Esto es solamente una sugerencia para las religiones existentes actualmente)
Las anteriores conclusiones se basan en la experiencia, uso de razón, sentimientos, y conocimientos. Este probable Dios Científico, compatible con todo nuestro conocimiento científico del mundo y de nosotros mismos, no exige que se crea en él ni que se le esté agradeciendo ni alabando continuamente, ni requiere intermediarios; únicamente nos pide conocer y respetar su obra (nosotros incluidos). De esta manera no habría diferencia entre creyentes, escépticos, agnósticos, ateos, clérigos y científicos; solo la habría entre buenos y malos (con sus respectivos matices).
El problema no es Dios, sino las religiones y sus clérigos fanáticos.